Fundación CYD | Las tendencias de la formación universitaria en España

¿Cuáles son los nuevos roles y las tendencias de la formación universitaria?

Tendencias de la formación universitaria

La universidad es un motor para el desarrollo de los territorios y para la construcción de la sociedad del conocimiento, por lo que debe dar respuestas a los retos de la sociedad a través de su triple misión: formación, investigación y progreso social. En esta dirección, manteniendo su función tradicional, la universidad se ha adaptado a la dinámica de cambio de la sociedad actual, donde tiene la responsabilidad de crear conocimiento y formar un capital humano en volumen cada vez mayor, y con unas capacidades y competencias tales que contribuirán a forjar el entramado profesional de alto nivel respondiendo a las necesidades del mercado laboral. Las estadísticas nos muestran el grado de cumplimiento de estas misiones, pero también las tendencias de la formación universitaria. Algunas de estas tendencias se consolidarán con el tiempo, contribuyendo así a la lógica evolución que experimenta toda institución. Otras, sin embargo, tras un corto período de auge, se desvanecerán pasando por haber sido una moda temporal.

Jordi Olivella, Universitat Politècnica de Catalunya y Carme Riera, Universitat de Barcelona

Por tendencia se entiende la orientación de una idea o corriente de ideas en una determinada dirección, adquiriendo relevancia a medida que va siendo adoptada por una masa crítica, lo cual se traduce en cambios importantes en el sector, aunque los motivos por los que una tendencia se consolida o por el contrario se desvanece hasta desaparecer no sean siempre fáciles de detectar, lo que las hace complejas de pronosticar.

Todo hace prever, sin embargo, que la universidad del siglo XXI se seguirá transformando, asumiendo nuevos roles y dando respuesta a las necesidades cambiantes de la sociedad, especialmente a las relacionadas con el conocimiento y la formación, pero a un ritmo más acelerado del que nos tiene acostumbrados. Nos encaminamos hacia un modelo social y productivo dinámico, basado en el conocimiento, de manera que si las necesidades de formación evolucionan, paralelamente también lo harán las tendencias de la formación universitaria, dado su compromiso con la sociedad, adelantando los cambios conforme estos se vayan consolidando e incluso a menudo anticipándolos. Esto que parece probable a nivel formativo podríamos también afirmarlo en el ámbito de la investigación, tanto en sus contenidos como en su organización.

La evolución de la universidad en cifras

En base a las variables tradicionales a partir de los datos recogidos por la UNESCO, se aprecia un comportamiento en línea con el advertido en los últimos años. Entre las tendencias de la formación universitaria puede observarse una tendencia al alza constante del número de matriculados en educación terciaria. En esta tendencia hay que distinguir entre lo que sucede en los países desarrollados y el comportamiento en los países en desarrollo. Mientras que en los segundos las matriculaciones van al alza, en los primeros, la tendencia es ligeramente a la baja, en parte por motivos demográficos. Otra distinción importante es la que permite diferenciar entre los cuatro niveles que la propia UNESCO incluye dentro de la educación terciaria. Aquí se aprecia cómo en los países desarrollados la caída se centra en los ciclos cortos y grados (ISCED 5 y 6), mientras que en los másteres (ISCED 7) y los doctorados (ISCED 8) el número de matriculados tiende a mantenerse y en algunos casos a aumentar.

Las previsiones para el 2030 según recogía un informe de The Economist ya por 2015 indicaban que prácticamente el número de matriculados actual se doblará, estimándose el resultado en 414 millones. El crecimiento económico continuado, sumado a una población muy joven, se espera que actúen como principales detonantes de este incremento, en especial en el continente asiático. De hecho, según el mismo informe, las universidades asiáticas estaban sufriendo una escasez de plazas debido a la ingente demanda de matriculaciones, que no ha parado de sucederse (Ángel Calderón, 2012. “Higher Education in 2035: The ongoing massification”, WP-RMIT University).

Si atendemos a la distinción por sexos, desde el año 2008, en el que el número de mujeres matriculadas superó por primera vez al de los hombres, la diferencia ha ido incrementándose hasta situarse en el 2,5% en el año 2016 gracias al incremento constante de la participación femenina en los países en desarrollo, que en 2015 se situó a la par que la participación masculina, cuatro puntos por debajo de la observada en los países desarrollados (54%).

Por otra parte, Por otra parte, la internacionalización, medida a través de los indicadores de movilidad, consolida una de las tendencias de la formación universitaria, siendo un claro indicador de la extensión de la globalización a todos los aspectos de la sociedad, y en especial a los laborales. El número de estudiantes que a nivel mundial cursa sus estudios fuera del país de origen superó en 2016 los 4 millones. Las colaboraciones entre universidades de diferentes países son una tendencia creciente que incluye fundamentalmente tres ámbitos: el estudiantil, la educación transnacional y la investigación. De hecho, con la llegada de la globalización, la cooperación entre los investigadores y los equipos de trabajo se ha hecho imprescindible para poder abordar los problemas globales conjuntamente y la tendencia es a que estas colaboraciones sigan a un ritmo ascendente.

Una de las principales preocupaciones de los responsables de las Administraciones Públicas encargadas de la enseñanza superior es la evolución de las cifras de los estudios STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics). A pesar de que una parte muy importante de los puestos de trabajo creados a nivel mundial se centra en este área (Industria 4.0), el incremento de graduados en la misma a nivel general no sigue el mismo ritmo, con el consiguiente desequilibrio. A falta de datos agregados a nivel mundial, una selección de países más desarrollados permite apreciar la variada y lenta evolución hacia un mayor porcentaje de graduados en el campo de las disciplinas tecnológicas y matemáticas, que constituyen la base de la economía digital del futuro; sin embargo, la oferta sigue a un ritmo inferior al de la demanda y consiguientemente la diferencia actúa como elemento de atracción de los titulados STEM formados en otros países menos desarrollados. Ahondando en este aspecto, es igualmente destacable la tendencia masculina del sector STEM, lo cual está haciendo surgir iniciativas no sólo a nivel universitario sino también empresarial para fomentar dichos estudios entre la población femenina. El objetivo no es otro que identificar las diferencias e incluir el potencial que aporta la diversidad en el mundo laboral y fomentarla.

Los recursos y los indicadores de rendimiento vinculados a la financiación

Otra realidad que preocupa al sector de la enseñanza superior es la de la disposición de los recursos económicos necesarios para responder al cambio. Muchas universidades han visto reducir en los últimos años sus ingresos por la caída de la financiación pública. La reducción se viene notando desde hace años, propiciada inicialmente por la crisis económica mundial. Su permanencia puede plantear cambios importantes a peor en la calidad de la enseñanza y de la investigación y en la igualdad de oportunidades. La tendencia de la financiación pública universitaria es a implementar la financiación en función de su rendimiento, es decir, por objetivos, sobre una financiación basal en función del número de efectivos.

De ahí la importancia de los indicadores y del hecho de que se vaya imponiendo la tendencia de añadir nuevos a los ya tradicionales, especialmente aquellos que incorporan datos relativos a la relación con la demanda y el entorno, tales como la incorporación de los egresados al mercado laboral, la satisfacción de los estudiantes, la movilidad, etc. Se trata de indicadores de los que se dispone de poca información homogénea a nivel mundial pero que se prevé que se revelarán claves en el futuro. La tasa de incorporación al mercado laboral, el coste institucional del grado, el coste por graduado, el salario inicial medio al entrar en el mercado laboral, el grado de satisfacción del alumno o incluso la media de la deuda contraída por el estudiante serán sin duda variables importantes para establecer la financiación de la enseñanza superior, pero también para describir en el futuro el índice de atracción de las universidades y alimentar los rankings.

Cambio en el modelo de enseñanza y cambios en los contenidos. Evolución y revolución

Una vez superado el modelo de enseñanza heredado de la revolución industrial, una de las tendencias de la formación universitaria es dejar a un lado el aprendizaje pasivo y fomentar la proactividad del alumno en un entorno donde todos los estudiantes aprenden y el profesor actúa como facilitador en línea con las exigencias de la sociedad del conocimiento. El profesor debe proporcionar los medios, proponer los temas y los proyectos a resolver y luego: “verlo y observarlo todo e intervenir poco”. Como consecuencia, la tendencia en la enseñanza es a dar los pasos necesarios hacia entornos plenamente interactivos derivados fundamentalmente de los avances tecnológicos y las exigencias de la demanda que, entre otros aspectos, permiten un acceso casi ilimitado a todo tipo de información de forma gratuita en la red y mediante una amplia variedad de instrumentos digitales. Entre otros objetivos, con la adopción de los avances tecnológicos, la educación superior tiende a ser vista como el vehículo que impulsa y promueve no sólo el aprendizaje de los contenidos sino la cultura de la innovación. Ello ha traído consigo nuevos tipos, contenidos y espacios de aprendizaje, tal y como describe el Informe Horizon en su edición de 2017.

El marco hacia el que se encaminan las tendencias de la formación universitaria, en buena medida como consecuencia de la irrupción generalizada de las tecnologías, ha permitido pasar del aprendizaje interactivo al aprendizaje colaborativo y al adaptativo. En el primero, estudiantes y profesores trabajan conjuntamente en espacios de trabajo compartidos, y lo hacen en actividades en grupo o inter-pares, aplicando soluciones a problemas reales.

Además, los profesores colaboran entre sí intercambiando regularmente ideas y reflexiones. En el segundo, la tendencia es hacia una enseñanza interactiva donde el progreso del estudiante es constantemente monitorizado, con el objetivo de introducir cambios continuos que permitan adaptarse a sus necesidades a la vez que incidir en sus carencias. La adaptación y personalización de los contenidos es una tendencia que se lleva a cabo a costa de las metodologías tradicionales homogeneizadoras, que van perdiendo cada vez más peso.

La clave radica en la masiva implementación de plataformas virtuales y el uso de dispositivos tecnológicos, aunque, sin duda, los avances exponenciales a nivel tecnológico y la introducción del análisis de Big Data en la universidad marcarán un cambio y probablemente una nueva tendencia que habrá que seguir atentamente. Además, el procesamiento de los datos obtenidos a partir del monitoreo del alumno permitirá obtener una información valiosa sobre las posibles rutas de aprendizaje en función de la tipología del alumno, así como identificar los factores de riesgo y de éxito del aprendizaje del estudiante. En palabras del Informe Horizon, “los defensores del aprendizaje adaptativo creen que puede ser una solución para el ‘triángulo de hierro’ de los desafíos educativos: coste, acceso y calidad”.

Contenidos de aprendizaje

Las nuevas tendencias consideran la posibilidad de que existan distintos caminos para conseguir un grado y que los estudiantes escojan en función de sus necesidades o aspiraciones. El currículum empieza ya a personalizarse según las necesidades y requerimientos del alumno a través de los instrumentos de aprendizaje adaptativo, otorgando al fomento de las competencias y habilidades sociales, personales y prácticas, soft skills, cada vez mayor relevancia, puesto que la tendencia es a adquirir la capacidad de adaptación constante a la realidad y conseguir sacar el máximo potencial de cada alumno. Para ello el pensamiento computacional será clave. De hecho, el aprendizaje multidisciplinar está cada vez más inmerso en todas las áreas de aprendizaje, no sólo ceñido a los aprendizajes técnicos, sino que su presencia tiende a ser cada vez mayor en aspectos como la creatividad, la capacidad de pensamiento crítico y el aprendizaje multidisciplinar.

La adquisición de estas competencias será evaluada paralelamente a la adquisición de conocimientos con el objetivo de romper los compartimentos estancos de conocimientos e identificar la forma en que el estudiante se relaciona con las distintas competencias y habilidades. Esta diversidad supone introducir mayor complejidad en el sistema evaluador, de ahí que una de las grandes tendencias de la formación universitaria se centre en la definición de los nuevos métodos y sistemas de evaluación con el fin de calcular, documentar y mostrar el avance del aprendizaje y la adquisición de habilidades por parte de los estudiantes. Ello está precisamente en línea con el cambio de perfil del estudiante, donde la clave radica en el aprendizaje a lo largo de la vida, algo imprescindible en un proceso continuo de cambio. Los estudiantes/trabajadores deben diseñar su formación a lo largo de toda su vida laboral, de ahí que se aprecie una tendencia a incrementarse la edad media del estudiante, así como su nivel de renta, y los estudios a tiempo parcial.

En consecuencia, los programas de prospección de datos estarán en constante auge para poder valorar las actividades que permiten la adquisición de aprendizaje por parte del alumno contribuyendo así a su formación, lo que constituye la base de las llamadas “analíticas de aprendizaje”.

Espacios de aprendizaje

La tendencia actual en el aprendizaje es la de rediseñar los espacios de tal manera que propicien los cambios de contenido y de aprendizaje. Se trata de crear espacios similares a los existentes en el mundo laboral, de forma que se facilite a los estudiantes el tránsito hacia el mercado del trabajo. Los aspectos clave son facilitar la interacción, resolver problemas y trabajar de forma interdisciplinar. Para ello es necesario disponer de múltiples dispositivos tecnológicos que faciliten la movilidad y la flexibilidad.

La tendencia es a aprender en un entorno asincrónico online, flexible, donde el tiempo no sea la principal medida para los cursos, que no tendrán una estructura fija, en los que las plataformas de aprendizaje serán claves, se tenderán a reducir las clases magistrales, y a fomentar la interacción con compañeros y profesores en cualquier momento, siendo los mismos estudiantes los que elaboren sus propios estudios en base a sus necesidades y prioridades. En este entorno, por un lado, la idea de los campus universitarios y, por el otro, la de los programas de estudios experimentarán, sin duda, importantes cambios que aún están por definir.

En definitiva, nos encaminamos hacia un tipo de aprendizaje más profundo, que la Fundación William y Flora Hewlett, define como “el contenido que involucra a los estudiantes en el pensamiento crítico, la resolución de problemas, la colaboración y el propio aprendizaje”, donde el objetivo último no es otro que conseguir una mayor integración del estudiante en el mundo real, con una tendencia que parece dirigirse a conseguir armonizar la educación formal y la informal.

Finalmente, las discusiones sobre los nuevos modelos educativos y los instrumentos de aprendizaje anuncian una tendencia al cambio que se augura que se producirá inevitablemente sino se está produciendo ya. Algunos de estos instrumentos y técnicas conseguirán superar los primeros años de auge y consolidarse a medio plazo; sin embargo, otros no serán tan afortunados. Un ejemplo de esta tendencia, que parecía que incluso incluía cambios en el modelo de aportación de valor de la universidad, es el de los MOOCs. Los MOOCs parecían augurar un cambio en el modelo y sin embargo, pocos años después de su aparición, parecen no haber conseguido la pretendida transformación revolucionaria del modelo, y si bien se han instalado, no se han llegado a consolidar como una de las grandes tendencias de la universidad del futuro. Los motivos pueden encontrarse en unos costes excesivos, un bajo número de estudiantes matriculados o unas bajas tasas de graduación y de integración laboral. Ahora bien, los modelos de aprendizaje híbrido (blended learning), que combinan metodologías tradicionales presenciales y no tradicionales online parece que sí han sobrevivido a la primera criba, gracias seguramente a su flexibilidad y al hecho de trabajar interdisciplinariamente para solucionar problemas en línea con la complejidad real y en un entorno cada vez más interactivo. Sea como fuere, es muy probable que en un escenario de cambio, casos como los MOOCs se sucedan en los próximos años.

La tendencia a la diversidad

Esta realidad en la que está inmersa la universidad si por algo se caracteriza es por la rapidez en el cambio y la sucesión de preferencias, y aunque con pocas certezas a su alrededor, debe adaptarse a ello. En vistas a este objetivo, de forma más o menos rápida, las universidades han ido especializándose, algunas de ellas sin programarlo formalmente, si bien en el futuro tendrán que definir claramente y de forma individualizada su misión y su visión, encajándolas en las expectativas y necesidades de su entorno geográfico de influencia, o en su particular modelo de aportación de valor. Así, la “misión”, referida a la razón de su existencia, marcará los objetivos fijados a largo plazo.

En otros términos, el modelo de universidad diseñado con el objetivo de transmitir el saber ha ido evolucionando desde un enfoque en el que predominaban los recursos humanos y técnicos de la oferta a una combinación estratégica de la oferta con la demanda. Consiguientemente, se observa un movimiento hacia la especialización de las universidades en busca de su mejor nicho, con dos grandes tendencias situadas más o menos en los extremos: la universidad como generadora de investigación (modelo de Clark, más en línea con el modelo “humboldtiano” alemán originario con el objetivo de hacer avanzar a la sociedad), donde la docencia –centrada en los postgrados– se ve como una consecuencia y se lleva a cabo asociada a los grupos de investigación; y la universidad cuyo eje principal es la docencia de base, centrada en la formación de profesionales, de referentes sociales con “auctoritas”, donde la investigación es un complemento, más en línea con el original modelo francés del saber hacer, dejando la investigación científica a los institutos.

Es por ello que en los distintos sistemas de enseñanza superior con sus respectivos marcos legales, las universidades han empezado de forma decidida a confeccionar sus modelos y estrategias, y lo están haciendo en función de las características de cada institución, de su misión y visión más o menos asumida, así como de las características de la sociedad y del entorno; en definitiva, especializarse con el fin de maximizar sus aportaciones con una visión coste-beneficio, y en colaboración simétrica con los agentes de sus áreas geográficas de influencia.

En resumen, en cuanto a las cifras, puede decirse que éstas siguen respondiendo a un aumento de la demanda resultado de la urbanización y el crecimiento en los países emergentes y a una mayor especialización y focalización hacia la demanda en los países desarrollados, además de apreciarse tendencias de intensidad diferente entre los estudios de grado y los de máster. En relación con la evolución de los modelos pedagógicos, el cambio es unánimemente anunciado y la aparición de nuevos instrumentos es constante; sin embargo, la ausencia de la consolidación de modelos e instrumentos en función de objetivos identificables no nos permite ofrecer una previsión de especialización ni tampoco hacer generalizaciones de tendencias en este ámbito más allá de reseñar buenas prácticas. Finalmente, el aumento de la especialización es una tendencia que parece consolidarse, así como la implantación en el sector público de la financiación parcialmente por objetivos, derivada en buena medida de los estragos causados por la crisis económica que mermó buena parte de las economías alcanzando a todos los sectores.

Este artículo fue publicado en el Informe CYD 2017. Capítulo 2, páginas 131-133. Puedes descargar el artículo completo en este enlace.

 

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