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Retos de la formación permanente de las universidades españolas

Retos de la formación permanente de las universidades españolas

En el mundo actual, una de las características que mejor define al ser humano es la capacidad para adquirir competencias y desarrollar conocimientos, destrezas, hábitos y actitudes; esto es, su capacidad para aprender independientemente de la edad, el espacio y el tiempo. Hablamos de aprendizaje a lo largo de la vida, que en el ámbito del conocimiento especializado se identifica como formación permanente. Este proceso educativo continuo se define como “toda actividad de aprendizaje a lo largo de la vida con el objetivo de mejorar los conocimientos, las competencias y las aptitudes con una perspectiva personal, cívica, social o relacionada con el empleo” (Consejo de Europa, Comunicado de Feira, 2000). 

María Cristina Sanz López, presidenta de la Red Universitaria de Estudios de Postgrado y Educación Permanente (RUEPEP)

La formación permanente se ha ofertado en España desde múltiples plataformas: centros específicos, empresas y consultoras especializadas, organismos de las organizaciones patronales, colegios profesionales y escuelas de negocios. Las universidades españolas empezaron a impartir formación permanente a partir de 1983, después de la entrada en vigor de la Ley Orgánica 11/1983, de 25 de agosto, de Reforma Universitaria. A partir de ese momento, pero sobre todo de principios de los noventa, las instituciones universitarias adquieren un importante protagonismo en este tipo de formación y se empieza a trabajar coordinadamente en la búsqueda de criterios de homogeneidad para asegurar y defender el carácter universitario y la calidad de su oferta de formación permanente.

A nivel europeo, la importancia de la formación permanente y su incorporación plena a la educación superior se ha planteado desde la misma Declaración de Bolonia en 1999 y se ha ido complementando en diferentes reuniones de ministros de la Unión Europea, la Comisión Europea y Agentes Sociales, enfatizando su misión y características y señalando la necesidad de fomentarla en cooperación con todos los grupos de interés. En España, la formación permanente universitaria se incluyó en el documento Estrategia 2015, configurándose entre los ámbitos y líneas de actuación principales.

La misión formativa de la universidad no puede ceñirse a la franja de edad entre los 18 y los 24 años, sino que debe pensarse como una universidad moderna con capacidad de formar a lo largo de la vida a todos los ciudadanos que así lo reclamen con el compromiso, la seriedad y la calidad que las avalan. La formación permanente permite, por tanto, el acercamiento de la universidad a la sociedad, siendo parte de la responsabilidad social universitaria en cuanto a innovación y transferencia de conocimiento. Las universidades pueden y deben garantizar que la formación permanente sea académicamente válida, profesionalmente útil y personalmente enriquecedora.

La consecución de los objetivos que alcanzar no es solo cuestión de cada universidad, sino también de la acción colectiva de las organizaciones a las que pertenecen. Desde hace más de veinte años la red a nivel estatal es la RUEPEP (Red Universitaria de Estudios de Postgrado y Formación Permanente), a la que en la actualidad pertenecen la prácticamente totalidad de las universidades públicas y muchas de las privadas de reconocido prestigio, lo cual propicia que pueda servir de interlocutor con los diferentes estamentos, instituciones y administraciones públicas relacionadas con la formación permanente en España.

Situación actual de la formación permanente en las universidades españolas

En el contexto actual, la formación permanente impartida desde las universidades españolas se configura como una oferta sólida, coherente y cualificada en todos los ámbitos del conocimiento. Incluye no solo los títulos propios de postgrado (máster, diploma de postgrado, diploma de especialización, de experto), diplomas y certificados de extensión universitaria y los cursos de corta duración, sino también la formación ocupacional, de reciclaje, a medida, in company o corporativa, impartidas con carácter abierto o no, y en diferentes modalidades docentes: presencial, semipresencial o híbrida y virtual o a distancia. 

Muchos programas son estables, pero con la suficiente flexibilidad para su modificación y adaptación a las necesidades cambiantes y demandas de formación que tiene la sociedad. Otra parte de la oferta es dinámica, compuesta por cursos diseñados con una cierta celeridad que, en muchos casos, dejan de impartirse tras pocas ediciones, debido a que ya se ha formado todo el colectivo interesado. 

Otros rasgos característicos de la formación permanente universitaria son la adecuación a la demanda y el nivel de competencia alcanzado por los estudiantes, el diseño de la estructura de los cursos y el profesorado, que no es únicamente universitario, ya que también se cuenta con la participación de profesionales externos de prestigio expertos en los correspondientes ámbitos. 

En 2020 la RUEPEP, tras conocer la opinión del Secretario General de Universidades del Ministerio de Universidades, tomó la responsabilidad de administrar una encuesta a las universidades españolas con el fin de conocer el estado del arte en cuanto a la formación permanente que imparten, con especial énfasis en los títulos propios de postgrado. A la encuesta contestaron 59 universidades, un 77,6% de las que la recibieron. A modo de resumen del estudio y según los resultados obtenidos, la caracterización de los títulos propios de postgrado es la siguiente: 

  • Mayoritariamente estables. Una parte de la oferta propia ha de ser dinámica para poder atender de manera flexible a las necesidades de la sociedad en el momento que surgen, pero el mayor porcentaje corresponde a cursos que cuentan con tres o más ediciones.
  • En gran parte presentan una estructura modular. Este tipo de estructura conforma una posibilidad de itinerario personal del estudiante y de potenciación de la obtención de microcredenciales, puesto que los módulos se certifican separadamente, cubriendo así una demanda creciente de la sociedad. 
  • Pueden incluir en un programa otros cursos de menor número de créditos, lo que supone una ventaja para el estudiantado potencial, tanto para escoger libremente aquellos estudios que más les interesen como también para poder completarlos según el tiempo y la capacidad económica de cada persona. 
  • Suelen incluir prácticas de algún tipo, lo cual complementa de manera adecuada este tipo de estudios altamente profesionalizadores. 
  • En una mayoría de las universidades es preceptivo un trabajo final, en especial en la categoría de máster. Este es uno de los puntos de convergencia con los programas de máster universitario. 
  • El calendario de impartición es flexible y adaptable como corresponde a las titulaciones propias que, en gran parte, son fruto de la oportunidad y las necesidades emergentes de la sociedad. 
  • El perfil del estudiantado es de personas de más de treinta años incorporadas al mundo laboral, siendo variable el porcentaje de estudiantes extranjeros. 
  • Con estructuras de gestión propias que, en la mayoría de los casos, no son ni comunes ni comparables a las que gestionan las titulaciones oficiales. 
  • Cuentan con normativa propia y contemplan requisitos, tanto académico-docentes como económicos, para la aprobación de los cursos. 
  • Se contempla la participación de profesionales externos, en algunas ocasiones con restricciones porcentuales respecto al profesorado de la propia universidad. 
  • Se reconoce la experiencia previa y estudios anteriores, lo cual facilita la admisión y la continuación de estudios. 
  • Contemplan un Sistema Interno de Garantía de Calidad que, en algunos casos, todavía no está totalmente desarrollado.

Retos actuales de la formación permanente universitaria

Los retos de la formación permanente pasan por cubrir una serie de cuestiones que todavía no están lo suficientemente asentadas. La EUA (European University Association) ya en 2008 señaló una serie de compromisos que asumir por las universidades y por los gobiernos en relación con el aprendizaje a lo largo de la vida en las universidades. 

Compromiso de las universidades:

  • Incluir la formación permanente en las estrategias institucionales. 
  • Proveer de educación y formación a una población de estudiantes de perfil diversificado. 
  • Reconocer el aprendizaje previo. 
  • Adoptar la formación a lo largo de la vida en la cultura interna de la calidad. 
  • Consolidar reformas para crear un marco creativo y flexible de aprendizaje. 

Todos los compromisos anteriores están desarrollándose en la mayoría de las universidades, pero se encuentran en diferente grado de implementación. Por ello, hay que insistir en su importancia y es necesario que las universidades crean en la formación permanente y en la responsabilidad que tienen en su consolidación como oferta universitaria global, sin dejar de lado la capacidad de innovación y de adaptación a las necesidades de los diferentes colectivos. 

Compromisos de la sociedad: 

  • Reconocer la contribución de las universidades a la formación a lo largo de la vida como un importante beneficio para las personas y la sociedad. 
  • Incluir objetivos referentes a la formación a lo largo de la vida en la misión y funciones de las agencias nacionales de la calidad. 
  • Reconocer el aprendizaje previo. 
  • Eliminar los obstáculos legales que evitan el retorno o acceso de alumnos potenciales a la educación superior. 
  • Asegurar la autonomía y desarrollar incentivos para el aprendizaje permanente en las universidades.

En este caso, el desarrollo e implementación de los compromisos propuestos por la EUA es extremadamente bajo. Así, es necesario realizar un trabajo conjunto de credibilidad y reconocimiento de la formación permanente entre las universidades y las instancias sociales y gubernamentales competentes

Acciones de las universidades

El planteamiento de metas que alcanzar debe basarse, a nivel general, en las reflexiones sobre el estado actual de la formación permanente universitaria, a fin de determinar los retos a los que se enfrenta y fijar los objetivos y acciones más importantes que realizar. En cuanto a los objetivos de carácter más específico y urgente, a continuación se presentan algunos:

  1. Caracterización y puesta en valor de los rasgos diferenciales de la formación permanente frente a otra oferta formativa universitaria: En primer lugar, es necesario que las universidades tomen conciencia de que la formación permanente no entra en competencia con los estudios oficiales, por tratarse de una formación complementaria a estos y una probable vía de entrada en el mapa de la oferta formativa de nuevos ámbitos del conocimiento. En segundo lugar, han de valorar la formación permanente que imparten por sus rasgos diferenciales de oportunidad y sobre todo de flexibilidad y, por ello, en ningún caso intentar equipararlas totalmente con las titulaciones oficiales, en especial con aquellas de mayor carga lectiva, ni aplicarles los mismos criterios en cuanto a calendario, estructura, desarrollo, metodología o participación del profesorado, entre otros.
  2. Consideración de la formación permanente como valor básico de la misión de las universidades, que lleve a su inclusión en los planes estratégicos: Las universidades son las primeras que deben realizar acciones de reconocimiento de la formación permanente que imparten, lo que pasa por ser conscientes de que la universidad del siglo XXI ha de estar abierta a todas las etapas de la vida de los ciudadanos. Es imprescindible que este tipo de oferta formativa sea considerada como una de sus misiones como transmisión y transferencia de conocimiento y sea incluida y tratada en los planes estratégicos con el resto de las actividades académicas, como uno de los ejes principales de la responsabilidad social universitaria.
  3. Diseño e implementación de un Sistema Interno de Garantía de Calidad para la oferta propia de las universidades: En principio, no hay por qué dudar que el prestigio de la propia universidad es el garante de la calidad de toda su oferta formativa. En el caso de la formación permanente universitaria, ya se han diseñado (o se está trabajando en ello) en muchas universidades sistemas internos de garantía de calidad especiales o conjuntos a los de las titulaciones oficiales, teniendo en cuenta que algunos indicadores han de ser diferentes debido a las características de este tipo de formación. Los sistemas deberían estar homologados por la Agencia de Calidad competente, lo cual conllevaría la aprobación e impartición de los cursos con la rapidez y oportunidad propias de la oferta de formación permanente. 
  4. Innovación docente y metodológica: Tanto los cursos de formación permanente como su profesorado deben tener cabida en los planes de innovación y cambio metodológico propios de las universidades y en la formación correspondiente. Ello no solo los mejora, sino que también potencia la llegada al estudiantado y optimiza la necesaria adaptación a sus necesidades. 
  5. Inclusión de pleno derecho de la formación permanente en la oferta formativa: La formación permanente ha de ser considerada como una parte de la oferta formativa programada. Así pues, en las universidades debe hablarse de oferta formativa global de centros, facultades o escuelas y ha de tener la misma consideración, aunque claramente diferenciada de otro tipo de ofertas, en las páginas web y en las campañas de marketing si las hubiese. Por otra parte, debe buscarse la manera de reconocer al profesorado que participa en su implicación, más allá de la remuneración, ya que están facilitando el diseño e impartición de una parte de la oferta formativa de la universidad.
  6. Programación de más cursos desde el punto de vista de la adquisición de competencias En el caso de los cursos profesionalizantes, debe incentivarse un diseño de cursos que fomenten el desarrollo de competencias. Cada vez más, las empresas demandan que los perfiles profesionales se adapten al entorno VUCA (volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad). Los cursos deben diseñarse teniendo en cuenta que los estudiantes han de adquirir las competencias de adaptación a un entorno cambiante, la proactividad y la creatividad que aporte valor añadido a las organizaciones y las capacidades de resiliencia, comunicación asertiva, trabajo en equipo y adaptación tecnológica al mundo digital. 
  7. Creación de puentes entre la formación profesional y la formación permanente universitaria: Es absolutamente necesario que la formación permanente universitaria, caracterizada de manera mayoritaria por su orientación profesional, no desatienda a los egresados de los programas de formación profesional, que ciertamente han de reciclarse de manera prácticamente constante. No se trata únicamente de que se matriculen en algún curso que les sea de utilidad en el mundo laboral, sino de que se establezcan procedimientos que faciliten la incorporación de los estudiantes a las diferentes categorías de cursos de la oferta universitaria y de que se diseñe una interacción entre ambos tipos de formación. En los cursos deben reconocerse los conocimientos, destrezas y competencias alcanzadas, así como enlazar las diversas vías de aprendizaje, permitiendo el paso del mundo del trabajo al del aprendizaje y viceversa.
  8. Entrada en las convocatorias de formación para el empleo: Las universidades son instituciones educativas y cuentan con centros preparados y adaptados a la impartición de docencia. De su oferta de formación permanente hay un gran porcentaje dedicado a la empleabilidad y la mejora laboral, así pues, es lógico que puedan presentarse a las convocatorias de formación para el empleo, ya sean estatales o de carácter autonómico y registrar cursos en el catálogo de especialidades del SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal). Las universidades han de entrar en la formación para el empleo pero deben reconocerse sus características como instituciones educativas a la hora de concursar.
  9. Desarrollo de oferta en forma de microcredenciales: De cara a la obtención de determinadas competencias, una tendencia actual es programar cursos específicos de corta duración bajo la denominación de microcredenciales. Las universidades deben diseñar una oferta específica en este sentido, para la cual ya están parcialmente preparadas. Las universidades estructuran sus cursos de larga duración en módulos y en cursos de menor carga lectiva, ello puede ser la base para el diseño del mapa de la oferta de microcredenciales, que ha de ir creciendo atendiendo a las necesidades del estudiantado y de la sociedad. 
  10. Internacionalización de la formación permanente: La formación permanente impartida por las universidades españolas es perfectamente válida en la realidad de otros contextos. En especial, los títulos propios de mayor carga lectiva han de estar al alcance de estudiantes extranjeros, cualquiera que sea su modalidad docente de impartición. 

Sintetizando, el reto global es otorgar a la formación permanente la misma consideración que a las titulaciones oficiales por ser parte de la misión de las universidades y de su programación académica, llegar a todos los colectivos y ciudadanía, nacional y extranjera, con una oferta creíble, seria y de calidad que sea socialmente reconocida por su utilidad y adaptabilidad a todos los contextos. 

Acciones de los gobiernos y administraciones públicas

  1. Establecimiento de los criterios y procedimientos para la inscripción en el Registro de Universidades, Centros y Títulos (RUCT): Es necesario abrir el apartado correspondiente del RUCT a las titulaciones propias de postgrado, en especial a aquellas de mayor carga lectiva y duración. Se trata de hacer visible el reconocimiento de la formación permanente ante los grupos de interés implicados y los estudiantes potenciales. No solo es una cuestión de visualización, sino de manera complementaria una acción de internacionalización, puesto que el potencial estudiantado extranjero tendrá una referencia inequívoca sobre la calidad del programa al cual le interesa acceder. Esta es una de las asignaturas pendientes de la formación permanente universitaria desde hace más de 10 años.
  2. Transferencia de créditos entre ofertas propias y entre oferta propia y oficial (bidireccional): Al tratarse de dos tipos de oferta formativa universitaria, el reconocimiento o adaptación de parte de una en la otra ha de estar contemplado en las normativas o directrices correspondientes en una mayor medida de la que ahora se contempla y de forma bidireccional, excluyendo siempre de esta acción el trabajo final de los programas. Son muchas las competencias y conocimientos comunes a ambos tipos de titulaciones y los estudiantes no deberían tener que cursar nuevamente los créditos correspondientes. 
  3. Diferenciación de los estudios de formación permanente ofertados por las universidades de los de otros agentes proveedores de formación permanente: En la línea de reconocimiento de la formación permanente universitaria, han de pactarse acciones de los gobiernos para su puesta en valor, como oferta universitaria, y para su diferenciación de la oferta de otras instancias. Las universidades son garantes de la oferta formativa que imparten, profesionales de la educación y la formación y deben ser reconocidas en estos aspectos. No se trata de minusvalorar a otros proveedores de formación permanente, algunos de los cuales gozan de un merecido prestigio, sino de poner en valor la función, misión y vocación social de las universidades. 
  4. Facilitación de la entrada en las convocatorias de formación para el empleo: Las universidades están perfectamente capacitadas para impartir cursos orientados a la formación para el empleo; de hecho, lo están haciendo desde hace tiempo. Las convocatorias de las administraciones públicas para la impartición de este tipo de cursos están diseñadas pensando en las empresas y otras organizaciones privadas, pero no en las universidades, en especial las públicas. Una adecuación a las características propias de las universidades ayudaría al fomento de la participación de estas en las convocatorias.
  5. Acceso a convocatorias públicas de financiación: Una vez definida la formación permanente como parte de la misión de las universidades, de sus planes estratégicos y de su oferta académica, y reconocida su función social y de transferencia de conocimiento global, debe ser incluida en todas las convocatorias de financiación, no solo en la de formación para el empleo. La Responsabilidad Social Universitaria (RSU) también se traduce en la necesidad de hacer llegar la formación a toda la ciudadanía independientemente de su nivel formativo y adquisitivo, y es misión de los gobiernos facilitar el acceso.
  6. Consideración de los estudios de formación permanente universitaria por las administraciones públicas para acceso a puestos de trabajo y en oposiciones: Las diferentes administraciones públicas deben considerar los estudios de formación permanente universitaria entre los méritos para el acceso a puestos de trabajo, cuando precisamente este tipo de formación se caracteriza por su orientación ampliamente especializada y profesionalizante a todos los niveles. Es fundamental que se materialice esta otra vertiente de puesta en valor de la formación permanente universitaria, en especial la de larga duración, que ha de tener la misma consideración que otras titulaciones universitarias. Como objetivo complementario, se considera la interlocución de los diferentes gobiernos con las asociaciones del ámbito en términos de consulta y ayuda a la toma de decisiones. 

Es evidente que la fuerza para la consecución de los objetivos tiene un fuerte apoyo en la unidad de los actores interesados, ya sea a nivel de asociación en las diferentes comunidades autónomas o a nivel estatal por medio de la RUEPEP. Hemos de trabajar juntos para lograr los objetivos comunes en los que creemos y que estamos preparados para alcanzar, teniendo en cuenta que el desarrollo y reconocimiento de la formación permanente ha de ser uno de los grandes objetivos y logros de la universidad moderna. 

En lo que se refiere a la sociedad, el reto a nivel general de los diferentes gobiernos y administraciones públicas es que acepten y reconozcan los cursos de formación permanente universitaria como unas enseñanzas fiables en su diseño e impartición, de calidad contrastada, y valoren su función social por ser apta para toda la ciudadanía, independientemente del camino formativo y profesional que se haya seguido con anterioridad. 

En resumen, la mejora continua e inclusión de la formación permanente como una de las misiones de las universidades y la implementación de acciones de reconocimiento de este tipo de formación por parte de los diferentes gobiernos y administraciones públicas son las metas que han de alcanzarse con la mayor celeridad, para que con ello se afiance como la oferta consolidada que deseamos y el servicio público que la sociedad requiere.

Esta colaboración fue publicada en el Informe CYD 2020. Capítulo 2, páginas 160-163. Puedes descargar el artículo completo en este enlace.

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