El Informe CYD 2018 describe y analiza la situación de la universidad española evidenciando que si bien responde con solvencia a las demandas de la sociedad, las transformaciones económicas y sociales fruto del cambio tecnológico proponen retos y desafíos que precisan de más recursos y de una reforma del marco legal al que está sometida.
Según el Informe CYD 2018, la mayoría de indicadores todavía no alcanzan los resultados obtenidos en los últimos años de expansión, 2006-2007. Continúa la disminución del número de estudiantes de grado en las universidades públicas y de titulados de grado. También persiste la tendencia en relación a los resultados de investigación: más cantidad, menos calidad.
En referencia al gasto en I+D en educación superior, hay un aumento del 4,4% en el año 2017 respecto al anterior. Acompaña a esta subida el incremento en los últimos 3 años del número de empleados en actividades de investigación y desarrollo. Por primera vez en 7 años, se recupera la financiación de la I+D universitaria por parte de las empresas.
Se incorpora una monografía sobre la empleabilidad de los graduados universitarios (una tasa de actividad 10,3% superior, de empleo 17,4% más elevada y de paro 40% más reducida que el conjunto de la población). Sin embargo, la oferta de titulados es superior a la demanda de empleo cualificado. El desempleo se sitúa en el 8,4%, más del doble que la media de la UE.
El Informe CYD 2018 concluye en la responsabilidad que tienen universidades, empresas, empleadores y gobierno a fin de establecer las acciones que permitan mejorar la empleabilidad de los graduados universitarios para la consecución de más y mejor empleo, garantizando al mercado laboral profesionales con las competencias y habilidades requeridas.
Mensaje de Ana Botín
La universidad española ha de ser protagonista de una formación integral en la que se cultive tanto la adquisición de conocimientos generales y específicos como la de habilidades y competencias que permitan alcanzar y mantener unos niveles de empleabilidad más elevados y de mayor calidad, en un entorno que requerirá capacidades adaptativas flexibles y cambiantes.
Necesitamos que nuestro sistema universitario pueda contar con un marco apropiado y competitivo con los países de nuestro entorno para adaptar dinámicamente su oferta a las necesidades y expectativas de la demanda, tanto por parte de los distintos sectores profesionales de actividad como de los espacios y territorios donde cada universidad proyecta su actividad.