Las mujeres son mayoría entre los estudiantes universitarios (55,4%). Sin embargo, lo que hoy se considera como normal, hasta el 8 de marzo de 1910 no lo era. Hace 112 años, ser mujer, matricularse y graduarse era todo una hazaña: se necesitaba el permiso especial del Consejo de Ministros para su inscripción como alumnas oficiales. La mujer en la universidad ha pasado de estar privada de asistir a clase, ser admitida bajo asiento especial junto a sus profesores e ir vestida de hombre para ser oyente a tener una representación cada vez mayor y sostenida, pero también relativa y segregada. Que hoy el porcentaje de graduadas superiores entre la población femenina de 25 a 64 años suponga el 42,7% es un hito que contrasta con el hecho de que entre 1882 y 1910 sólo 36 mujeres finalizaron sus licenciaturas universitarias en España.
La lenta pero ascendente incorporación de la mujer en la universidad ha dado un vuelco en el siglo XXI, incrementando la mujer su participación en la esfera educativa. Con motivo del Día Internacional de la Mujer, analizamos la evolución de las mujeres entre los matriculados y el profesorado universitario, así como entre los investigadores de la enseñanza superior a lo largo de los últimos 20 años, fecha que se corresponde con las dos décadas que en Fundación CYD llevamos como recorrido activo. También, se muestra la evolución en este periodo de la proporción que significan las graduadas superiores respecto a la población femenina de 25 a 64 años y su comparación con los hombres.
Evolución de la mujer en la universidad: un crecimiento lento pero sostenido
Desde 1999-2000 hasta 2019-2020 se ha incrementado prácticamente dos puntos el peso relativo de las mujeres entre los matriculados universitarios, siguiendo una tendencia de largo recorrido ya que a partir de mediados de los años 80 las mujeres pasaron a representar más de la mitad de los estudiantes en la universidad, creciendo su participación más de seis puntos porcentuales desde 1985-1986 (55,4% en 2019-2020).
Entre el profesorado universitario se nota más este incremento porcentual de la participación de las mujeres en los últimos 20 cursos, que ha sido de casi nueve puntos, pasando de representar el 34,2% en 1999-2000 al 42,9% en 2019-2020. Algo similar ocurre con el porcentaje que significan las mujeres entre el personal dedicado a la I+D en el sector de la enseñanza superior, que ha pasado del 40,4% a principios de siglo al 46,3% de 2020, casi seis puntos porcentuales de avance.
Más llamativo aún es el caso del porcentaje de graduadas superiores entre la población femenina de 25 a 64 años, ya que mientras que en 2000-2003 había aún más hombres graduados superiores (en porcentaje del total de la población masculina, en comparación con las mujeres) desde 2004 ha ocurrido lo contrario y la diferencia no ha hecho más que aumentar, situándose en seis puntos en 2020: el 42,7% de las mujeres en esa franja de edad son tituladas en enseñanza terciaria frente al 36,7% de los hombres. En este sentido, el avance de las mujeres en estos 20 años fue de 21 puntos porcentuales y el de los varones de poco más de 13.
La tendencia de hace 20 años: cuanto más nivel, menos protagonismo femenino
Cuando se tiene en cuenta los niveles de estudio (en el caso del alumnado) y los de categorías profesionales (en el caso del profesorado e investigadores de la enseñanza superior) se observa que aunque la participación de la mujer en la universidad ha ido creciendo de manera clara en prácticamente todos los casos, hoy, como hace 20 años, dicha participación es menor cuanto mayor es el nivel de los estudios y de la categoría profesional.
Además, en algunos casos la diferencia no sólo no ha disminuido sino que ha aumentado. Esto sucede si se analiza por un lado el porcentaje de matriculados que son mujeres en grado y máster oficial y, por el otro, en doctorado. Mientras que la participación relativa femenina ha crecido en los dos primeros casos (dos puntos porcentuales), superando el porcentaje de mujeres entre los estudiantes el 55%, en doctorado dicha participación está alrededor del 50% tanto si se observan los datos de 1999-2000 como de 2019-2020. La conclusión es clara: la brecha ha crecido.
El caso contrario se contempla para el profesorado de los centros propios de las universidades públicas españolas. Es cierto que el porcentaje de catedráticas actualmente es muy bajo (en torno a uno de cada cuatro) pero era casi 10 puntos porcentuales menor hace 20 cursos (apenas llegaba al 15%). Esta mejora relativa ha sido inferior para los contratados, de 7,5 puntos (peso relativo de las mujeres del 46,3% en 2019-2020), aunque aún menor para la categoría de titulares de universidad, de 4,5 puntos (y 41,8% actualmente). En concreto: la brecha entre los catedráticos y los titulares así como entre los catedráticos y los contratados ha disminuido, pero se ha ampliado si se comparan los titulares de universidad y los contratados.
Con el personal dedicado a I+D en el sector de la enseñanza superior ocurre lo mismo: más participación relativa de la mujer conforme menor es el rango, de tal manera que el 61,1% de los auxiliares son mujeres frente al 51,5% de los técnicos y el 43,8% de los investigadores. En estos 20 años, el incremento de la participación de la mujer en la universidad ha sido claramente superior en investigadores y técnicos (más de seis y casi nueve puntos porcentuales, respectivamente) que en los auxiliares (tres), de tal manera que la brecha entre investigadores y auxiliares, por un lado, y entre técnicos y auxiliares, por el otro, se ha reducido (aunque se ha ampliado el de investigadores respecto a técnicos).
Si se analiza la participación relativa de las mujeres en órganos unipersonales del gobierno de las universidades también se observa una disminución conforme más categoría. Con datos de 2020 recogidos en Científicas en Cifras 2021 para 50 universidades públicas y 30 privadas, un 50% de los vicedecanos/subdirectores de centro son mujeres, pero el porcentaje cae para vicerrectores (al 42%), para decanos/directores de centro y de departamento (35% en ambos casos), así como para directores de institutos universitarios y rectores (las mujeres representan 23% del total).
En resumen, la representación de la mujer en la universidad ha ido creciendo durante los últimos 20 años. Sin embargo, es evidente que cuanto mayor es el nivel de estudios, el rango de dirección y gestión o la categoría profesional, menor es la participación de las mujeres, encontrándose con el techo de cristal (segregación vertical de género). La corrección en el tiempo de esta barrera invisible queda lejos de producirse de manera clara y de ser significativa.
Menor participación de las mujeres en los ámbitos STEM
Atendiendo a la distribución de matriculados y profesorado por ámbitos científicos, se observa que actualmente (curso 2019-2020) sigue habiendo, igual que hace 20 años, un sesgo en la participación relativa de la mujer en la universidad por áreas, representando un claro bajo porcentaje en determinados campos como ingenierías e informática, más relacionados con las cosas, y contando con un mayor protagonismo en otros ámbitos, más relacionado con las personas, como educación, sanidad o ciencias sociales (segregación horizontal de género).
Además, y de manera evidente, este sesgo ha tenido tendencia a ampliarse en estos últimos 20 años en el caso de los estudiantes. Así, el peso relativo de las mujeres entre los matriculados en el nivel de grado y similar en el campo de la educación ha crecido 5,5 puntos porcentuales desde 1999-2000, de tal manera que en 2019-2020 el 78% de los matriculados son mujeres (más del 90% en formación de docentes en educación infantil); el aumento en ciencias sociales ha sido de más de puntos, destacando psicología donde las mujeres significan más de tres de cada cuatro matriculados; el incremento en veterinaria, de más de 15 puntos, de tal manera que actualmente también más de tres de cada cuatro matriculados son mujeres; y, finalmente, en ciencias de la salud, el incremento ha sido de cuatro puntos en medicina (casi el 70% de los estudiantes son mujeres), de casi cuatro en enfermería (81,5%), de 8,5 en óptica y optometría (74,4%), o de más de 10 puntos en logopedia (el 91% de los matriculados son mujeres).
En el lado opuesto, la participación relativa de las mujeres entre los matriculados en informática, ya reducida hace 20 cursos, disminuyó más de 10 puntos: solo el 13,4% de los matriculados son mujeres (2019-2020). También se redujo en buena parte de las ingenierías, especialmente en telecomunicaciones (el 21,5% de los estudiantes son mujeres actualmente), aeronáutica (24,6%) o electrónica industrial y automática (15,5%), así como en ciencias, en las que se puede destacar física (con un descenso de 3,5 puntos y el 26,7% de los matriculados siendo mujeres) y matemáticas (reducción de más de 15 puntos y participación de las mujeres entre los estudiantes del 35,6%).
En el caso del profesorado, atendiendo a los centros propios de las universidades públicas, aunque la participación relativa de las profesoras ha aumentado en todos los ámbitos de conocimiento contemplados, lo ha hecho más en aquellas áreas en las que ya tenía una presencia relativa más elevada y viceversa, ampliándose también, aunque no de forma tan evidente como en matriculados, el sesgo por ámbitos científicos. Así, el mayor aumento de las profesoras, por ramas de enseñanza, se ha dado en ciencias de la salud y ciencias sociales y jurídicas, donde ya significan casi la mitad del personal docente e investigador (PDI), igual que en artes y humanidades. Las mujeres suponen más del 60% del PDI en las áreas de conocimiento de especialidades sanitarias (donde se incluye enfermería, farmacia o sanidad animal y medicina y cirugía animal), ciencias del comportamiento (psicología, básicamente) y filología y lingüística, superando también el 50% en ciencias de la educación.
En el otro extremo, los incrementos de la presencia del profesorado femenino en estos últimos 20 cursos han sido inferiores a cinco puntos porcentuales en áreas como matemáticas, física, ingeniería eléctrica y de telecomunicaciones o ingeniería informática (inferior a un punto porcentual, de hecho, en este último caso). De tal manera que en el curso 2019-2020 menos del 35% del PDI es mujer en matemáticas, física, arquitectura, ingeniería civil, construcción y urbanismo, ingeniería informática, ingeniería mecánica y de la navegación e ingeniería eléctrica y de telecomunicaciones (menos del 20% en estos dos últimos casos y 21,2% para ingeniería informática).