El reciente 19 de febrero organizamos junto con ESADE un nuevo desayuno de trabajo en Madrid. En esta oportunidad, Silvia Valmaña, Portavoz de la Comisión de Ciencia, Innovación y Universidades del Partido Popular, perfiló el futuro de la universidad española partiendo de la reflexión sobre las fortalezas y debilidades del actual sistema universitario. Su objetivo fue poner en común las estrategias que se pueden desarrollar desde la propia institución a fin de que contribuya a la riqueza del territorio en el que se asienta y le devuelva a la sociedad lo que ha apostado por la formación y el conocimiento.
María Díaz, Directora de Relaciones Institucionales de ESADE Madrid, dio apertura a esta sesión haciendo hincapié en el buen posicionamiento internacional que mantiene la universidad española y en el creciente índice de movilidad social con la recepción de estudiantes que ingresan al país para participar en un programa Erasmus, pero también en la necesaria innovación, tecnología e inteligencia artificial.
Francesc Solé Parellada, Vicepresidente de Fundación CYD, agradeció primero a los asistentes y representantes del mundo empresarial y universitario para luego destacar el número de estudiantes españoles por cada profesor. Si nuestro país tiene un millón y medio de alumnos y por cada 300 hay un profesor, se hace más que notorio el necesario aumento del capital humano del país, el incremento del espacio científico y tecnológico así como la promoción y participación de la innovación; algo que sin duda demanda una gran cuota de responsabilidad.
Tras ello, Silvia Valmaña, Portavoz de la Comisión de Ciencia, Innovación y Universidades del Partido Popular, tomó la palabra reconociendo que la universidad no es un mundo aislado ni una entropía que se retroalimenta o que genera el conocimiento de manera altruista que luego se le regala de manera benefactora a la humanidad. Por el contrario, forma parte de una sociedad de la que no debe abstraerse ni sustraerse.
Según la ponente, tenemos profesores que son, en líneas generales, excelentes y una investigación mucho más que digna que se mide por los niveles de publicación científica. Sin embargo, pese a estar bien situada, la universidad arrastra una enorme resistencia al cambio y demanda un gran esfuerzo para ponerse en marcha. Ante ello, se necesita un impulso desde la ley ya que si bien el marco normativo no es el freno de lo que la universidad carece sí es la coartada perfecta para activar ciertos elementos que le permitan seguir avanzando.
Desde el análisis de Silvia Valmaña, en el último tiempo la universidad ha tenido un problema visional con tendencia a ser idealizada o a descalificada sistemáticamente. Es decir que en paralelo se ha visto intensificada su crisis de reputación y se la ha envuelto en un mantra peyorativo. Ante esto, la universidad apela a cerrarse como un mecanismo de defensa o bien hace una autocrítica injusta que excede lo que le corresponde asumir como puede ser el clientelismo, la endogamia y la corrupción para perpetuarse en los órganos de poder.
El desafío entonces es establecer de común acuerdo el fin y el futuro de la universidad española, quedando definido el para qué debe servir en el futuro inmediato. Según sostuvo Valmaña, los ejes y pilares de la universidad no suelen ser tan firmes ni tan inamovibles como se los considera, sino que “todo fluye” (Panta Rei) siguiendo el esquema filosófico de Heráclito. Esta fluidez constante es precisamente lo que se debe garantizar y corresponde a los funcionarios políticos lograr que así sea.
“Debemos garantizar que fluya no de manera abrupta causando daños sino suave y cristalina, con absoluta transparencia y canalizada, sin que provoque inundaciones y desbordamientos. La transparencia tiene que ser un elemento fundamental. La universidad debe fluir y necesitamos darle herramientas que permitan fijar sus objetivos y en función de ellos establecer su rendición de cuentas.”
Actualmente, el sistema universitario español suele regirse por un modelo monolítico signado por las macrouniversidades de Barcelona y de Madrid pero también existen otras de nueva creación que son provinciales, y por tanto no es factible decir que todas tengan el mismo objetivo ni puede establecer sus características bajo un mismo patrón.
Entonces, ¿cuál debe ser la función de cada una de esas universidades? Ni más ni menos que aquella que cada universidad defina para sí, pero no como un ente aislado que se mira a sí mismo y decide lo que quiere ser sino en el entorno social en el que convive. Sin duda, la primera misión es y debe ser la de formar personas y profesionales para la sociedad. Pero también, su labor es contribuir a la riqueza del territorio en el que se asienta y devolverle a la sociedad lo que ella invierte sobre la institución. Si la universidad no es un ente que se autofinancia ni que genera los propios recursos para mantenerse sino que recibe dinero de todos los españoles, es a ellos a quienes tiene que devolver esa rentabilidad.
“La universidad es un motor de desarrollo en los territorios en los que se asienta. Sin embargo, muchas veces se mira a sí misma porque carece de instrumentos que permitan evaluar con objetividad sus aportaciones a la sociedad. Tenemos un sistema de acreditación de los profesores que no garantiza el puesto de trabajo. Nos encontramos con un régimen funcionarial que no permite a las universidades establecer sus políticas de profesorado porque al ser juzgada de endogámica y clientelar se le dispone un profesor pero no se le permite seleccionar el que ella desee ni establecer la trayectoria en la que quiere avanzar”.
¿Cuál es el futuro de la universidad española?
Según la Portavoz de la Comisión de Ciencia, Innovación y Universidades del Partido Popular, la universidad española tiene una característica que no se da en los demás países desarrollados y es que el grueso de la investigación que se hace en el país se genera en la propia universidad y no fuera de ella: “Es verdad que se han abierto centros de investigación pero seguimos en compartimentos estancos. Es difícil que las investigaciones estén interconectadas y es complejo que existan pasarelas que permitan al científico ir de una actividad a otra”.
Para la ponente del Desayuno CYD, la investigación debe tener un papel importantísimo pero no solo en la universidad sino también fuera del ámbito de la docencia, en proyectos prioritarios para la sociedad. El problema es que, en la mayoría de los casos, los investigadores abordan lo que a ellos interesa, no lo que importa a la sociedad, cuando en verdad la investigación aplicada debería servir para investigar lo que realmente importa a la sociedad.
Ante esta situación, la Doctora en Derecho y profesora titular de Derecho Penal en la UCLM no cree que se deba cambiar completamente el sistema universitario español pero sí facilitar que las universidades puedan optar por otros escenarios, y para ello el marco debe ser flexible y permitir a la universidad establecer su propio diseño teniendo en cuenta la sociedad en la que se inserta. Para lograrlo, es necesario modificar el modelo de gobernanza: “Las universidades tienen que ser lo que quieran ser, fijándose sus propios objetivos, haciendo hincapié en lo que cada una cree meritorio y necesario”.
Sobre el final del Desayuno CYD, Silvia Valmaña reconoció la necesidad de una nueva ley de universidades.
“Debemos ser valientes y abordar no solo nuevos modelos de universidad sino darle la propia facultad de que se consolide y se decante hacia la docencia, la investigación o la transferencia como ejes prioritarios de su actuación. En lugar de tener miedo a establecer diversos modelos de universidades, hay que dejar que cada una se consolide como lo que quiere y puede ser así como también establecer mecanismos que permitan que su reputación no dependa solo del ranking en el que se valoran elementos en los que no puede competir”.
Una vez más, Silvia Valmaña recalcó que la universidad debe definir sus objetivos y el camino hacia dónde ir, así como también los mecanismos que necesita para conseguirlos para luego rendir cuentas a la sociedad y decir lo que ha hecho y conseguido. ¿Cómo hacerlo? A través de todas las herramientas de autonomía universitaria que le permitan configurar su propio proyecto. “Si queremos competir con Europa, el futuro de la universidad española no puede continuar teniendo la teoría y la práctica separadas o disociadas. Se necesita la formación dual de manera inminente y de futuro inmediato”, concluyó la ponente.