El cambio tecnológico constante que experimentan la mayoría de países desarrollados contribuye a que las necesidades del mercado laboral también varíen a lo largo del tiempo. Instituciones como CEDEFOP, la OCDE o la misma Comisión Europea han centrado su interés en identificar cuáles serán las competencias requeridas en el mercado de trabajo en los próximos años con el objetivo de mejorar la alineación de la formación universitaria con las necesidades del mercado laboral.
Martí Casadesús, Sandra Nieto y Anna Prades. AQU, Agència per a la Qualitat del Sistema Universitari de Catalunya.
No dar respuesta a las nuevas demandas del mercado laboral no solo puede tener un coste para la economía del país debido a una disminución de su productividad, sino que también puede tener un coste importante en los salarios y la satisfacción laboral de los trabajadores.
La oferta de trabajadores disponible en la UE parecería que, a priori, está muy preparada dado que alrededor del 35% de la población dispone de estudios universitarios, porcentaje que no ha dejado de crecer en las últimas décadas. Este grueso de mano de obra cualificada podría dar respuesta a las predicciones sobre el futuro del mercado de trabajo, las cuales indican que la creación de puestos de trabajo en los próximos años se dará, básicamente, por el incremento de puestos de trabajo cualificados (EU Skills Panorama, 2014).
Ahora bien, ¿afectará ello a todos los sectores por igual? ¿tienen las mismas carencias competenciales? Es obvio que no. La encuesta de clima empresarial realizada por IDESCAT, que garantiza una gran representatividad entre sectores, y que en el primer trimestre de 2018 incluyó un módulo sobre la contratación de personas con titulación universitaria, aporta evidencias de estas diferencias entre sectores. De acuerdo con la encuesta, de las 630.020 empresas con establecimientos en Cataluña, el 53,5% habían contratado a personas con titulación universitaria en los últimos tres años.
La formación teórica y las competencias tecnológicas y digitales son los elementos mejor valorados, lo que indica confianza en el sistema de educación superior sobre los fundamentos, así como capacidad de los titulados superiores de afrontar los retos digitales. En cambio, la competencia en la que se muestra más insatisfacción siguen siendo los conocimientos de lengua inglesa. Cabe remarcar de manera positiva que la mitad de los empleadores están satisfechos con la formación práctica: oscilando entre el 74% de Hostelería y el 40% de Actividades administrativas y servicios auxiliares. Es interesante observar que el sector más crítico con los graduados universitarios es el de Actividades administrativas y servicios auxiliares, mientras que el sector de Hostelería es el que se muestra más satisfecho.
Además de este desigual, y esperable, impacto entre sectores, hay un dato más preocupante: de acuerdo con los resultados de la encuesta Manpower Global Talent Shortage del 2016, el 39% de las empresas encuestadas declaró haber tenido dificultades para cubrir sus vacantes debido a una carencia de competencias entre las personas candidatas. Este dato no diverge mucho del último estudio de empleadores donde, en 2014, el 42% de las empresas encuestadas con establecimiento en Cataluña indicaban que habían tenido dificultades de contratación. De estas, el 60% por carencia de solicitantes que reunieran las competencias necesarias (AQU, 2014).
Ante esta situación, una de las prioridades de cualquier país desarrollado tendría que ser la identificación de las necesidades competenciales de las empresas para contribuir a la mejora de la adecuación de la formación de la oferta de trabajo a la demanda existente y futura. El proyecto que se presenta a continuación permite dar respuesta a algunas de dichas recomendaciones.
La evaluación de las titulaciones desde la perspectiva de los empleadores
AQU contribuye a la mejora del sistema universitario catalán a través de múltiples acciones: procesos de evaluación de títulos y de personal docente e investigador (PDI) y encuestas a los recién graduados (sobre su inserción laboral y satisfacción con los estudios) y, a partir del 2013, contribuye también mediante la encuesta a los empleadores.
Este último proyecto, financiado exclusivamente por la Obra Social “la Caixa”, tiene como objetivo principal reflejar la opinión de los empleadores sobre la formación de los recién titulados universitarios. También recoge información sobre las dificultades de contratación, la relación de las empresas con la universidad, la política de formación o la prospectiva del sector. El objetivo final del estudio es tener un impacto en el sistema universitario catalán por distintas vías: mejora del diseño de la propuesta formativa (reforzando competencias importantes para el mercado de trabajo), mejora de la relación empresa-universidad y la definición de acciones para impulsar la empleabilidad de los recién graduados.
AQU ha realizado dos ediciones del Proyecto Empleadores: 2014-2017, y la vigente, 2017- 2019. En la primera edición del proyecto, se hizo una encuesta general (donde se analizaba la adecuación de los graduados de diferentes estudios) y 4 encuestas específicas para los sectores de Enseñanza (docentes de educación infantil, primaria y secundaria), de Medicina, de Enfermería y de Función Pública, dado que son sectores con un mayor peso en el ámbito público.
A fin de garantizar el buen funcionamiento de dichas encuestas sectoriales, y de obtener un mayor impacto en la mejora de las titulaciones, en la segunda edición de la Encuesta de Empleadores se optó por profundizar en los estudios sectoriales. Es decir, se han llevado a cabo 15 encuestas distintas, para 15 agrupaciones de titulaciones universitarias con necesidades competenciales similares. Para cada uno de estos sectores se ha seguido, y de hecho se está siguiendo puesto que el proyecto no está aún terminado, una metodología paralela.
En primer lugar, se ha lanzado la encuesta a los empleadores, con la colaboración de las entidades más representativas del sector (colegios profesionales, asociaciones, entidades vinculadas a la profesión, etc.). Para ello se ha contado con más de 15 entidades hasta el momento. Esta colaboración con las asociaciones profesionales se considera estratégica para mejorar la adecuación (y percepción) del mundo profesional y académico. En general, las asociaciones han reaccionado de forma muy positiva, con la excepción de un sector, cuya falta de implicación comportó la retirada de la encuesta sectorial. Cabe señalar, no obstante, diferentes niveles de implicación: desde las asociaciones que han liderado el trabajo de campo mediante su propia base de datos (por ejemplo, el Consejo de Colegios Farmacéuticos de Cataluña o el Colegio Oficial de Psicólogos), a otras que han facilitado la base de datos de empresas, o sencillamente han difundido su lanzamiento o participado en la revisión del instrumento.
En total se ha encuestado a 3.153 empleadores distribuidos en 16 sectores, con un incremento sustancial respecto a la muestra del primer estudio, que fue de 1.819 encuestas.
Los datos resultantes se han analizado, generando un informe descriptivo y fundamentalmente cuantitativo, de los resultados obtenidos. Este informe se ha publicitado y discutido en una jornada a la que se ha invitado a todos los actores participantes (universidades que imparten titulaciones incluidas en el ámbito, estudiantes, administraciones vinculadas, etc.), con el objetivo de obtener un conjunto de breves, pero concisas, recomendaciones finales de mejora dirigidas a las universidades y también a las administraciones.
Valoración de los empleadores respecto a la formación universitaria
La aproximación sectorial de las encuestas presenta como ventaja poder concretar medidas formativas específicas para programas formativos, tal y como se verá en el ejemplo de un título concreto y, por lo tanto, ofrecen potencialmente un mayor valor añadido. Ahora bien, no posibilitan inferir cuál es la opinión del mercado laboral de manera global.
De todas formas, sí se detectan algunos apuntes importantes. Por ejemplo, se confirma que sigue existiendo un desajuste entre las competencias que demanda el mercado de trabajo y la formación competencial en las universidades; detectándose dificultades de contratación por parte de los empleadores
De forma muy general, y respecto a las competencias adquiridas por los egresados, los empleadores están razonablemente satisfechos con los graduados contratados, puntuando con un 7 sobre 10 su satisfacción en todas las encuestas sectoriales. Preguntados sobre si han apreciado un cambio significativo en la formación de los titulados recientes en comparación con la formación recibida hace unos 5 y 10 años, consideran que ha habido una mejora en la formación de idiomas (más del 70% creen que ha mejorado), así como en habilidades relacionadas con la informática.
Las encuestas tienen un apartado de prospectiva en el que se pregunta, en un campo abierto, qué empleos cualificados adquirirán más importancia, y cuáles menos. La siguiente tabla presenta un resumen de las ocupaciones más y menos relevantes en cada sector. Estos datos son coherentes con los estudios internacionales que sostienen que las competencias asociadas con el trabajo administrativo son las que tienen más probabilidad de ser digitalizadas o robotizadas.
Los estudios de Farmacia, un ejemplo de la formación universitaria
Teniendo en cuenta que es imposible sintetizar los resultados obtenidos del proyecto en unas recomendaciones únicas, ya que cada grupo de recomendaciones está vinculado a una asociación de titulaciones concretas, procedemos a describir los resultados obtenidos en uno de los sectores. Concretamente en el ámbito de la Farmacia.
En primer lugar, y conjuntamente con el Consejo de Colegios Farmacéuticos de Cataluña, se elaboró una encuesta específica para las farmacias que habían contratado a un titulado en Farmacia en los últimos 5 años.
Se observa en primer lugar que ello incluye, según la encuesta de inserción laboral de AQU, un 60% de los titulados recientes que al cabo de tres años acaban trabajando en la farmacia comunitaria. No se incluyen, pues, ni el 25% que se ocupa en la industria farmacéutica, ni el 15% que lo hace en la farmacia hospitalaria. Este sesgo es común en trabajos de tipo muestral como el presente, en un entorno con muchas ocupaciones cambiantes, así como títulos universitarios. Sin duda es una limitación que debe tenerse en cuenta, si bien, consideramos que no debe invalidar los resultados obtenidos.
La encuesta se realizó en 170 farmacias, lo que implica un error muestral del 7,5%, habida cuenta de la población de farmacias existente en Catalunya. Los resultados fundamentalmente cuantitativos de la encuesta se publicaron en el documento: AQU (2018) ”Empleadores. La mejora de la formación de las personas graduadas en Farmacia: La opinión de las oficinas de farmacia”.
De dicho documento se extraen conclusiones como que la valoración de la formación de las oficinas de farmacia es positiva, si bien se detectan dos áreas generales de mejora importantes:
- La capacidad de prestar consejo terapéutico en farmacoterapia y dietoterapia (el 76% de las farmacias consultadas detectan un gap en esta competencia).
- La capacidad de intervenir en las actividades de promoción de la salud y prevención de enfermedades (un 64% de las farmacias identifican dicho gap).
Como se observa, los resultados de dichas encuestas centran su valor en la especificidad de estas. Es decir, se centran concretamente en las titulaciones objeto de análisis, con el objetivo de que las propuestas de mejora sean fácilmente implementables.
Para la presentación y discusión de dicho documento, posteriormente AQU organizó una jornada en la Facultad de Farmacia de la Universitat de Barcelona, que contó con la participación de todos los actores implicados. Fruto de la discusión durante la jornada, AQU se responsabiliza de elaborar un documento final con los retos de futuro. Dicho documento, expresamente muy sintético (unas dos páginas), se centra en los objetivos concretos e inequívocos que deben desarrollar los estudios de farmacia a medio plazo. Todos ellos son objetivos de mejora continua, es decir, unos objetivos que aseguran la mejora, si bien todos estos títulos ya han sido acreditados sin condiciones por AQU. Así, por ejemplo, en este caso, se señalan los siguientes:
- Revisar la planificación y/o metodologías docentes del grado de farmacia: revisar la formación actual para asegurar que el paciente sea el eje vertebrador, garantizando, por ejemplo, que en las asignaturas que se imparten se profundice en las patologías más comunes y que se tratan más a menudo en las oficinas de farmacia.
- Valorar la modificación de la evaluación de las prácticas tuteladas basándose, por ejemplo, en un método de roleplay o simulaciones en las cuales se demuestra la capacidad de garantizar que los pacientes reciben la información correcta del medicamento en la oficina de farmacia, que son capaces de responder adecuadamente a las consultas, o que participan adecuadamente en la protección de la salud de las personas atendidas.
- Mejorar la gestión y el seguimiento de las prácticas tuteladas asegurando que se trabaja adecuadamente en la atención farmacéutica y la capacidad de los estudiantes de prestar consejo y de realizar promoción de la salud. En este sentido, se recomienda considerar la opción de realizar prácticas tuteladas antes del último año del grado para mejorar el conocimiento de los estudiantes en relación con la farmacia comunitaria. Además, sería necesario que los estudiantes dispusieran de mayor información sobre las farmacias en las que se realizan las prácticas.
- Trabajar con las competencias personales (como comunicación y empatía) en las distintas materias del grado a lo largo de todo el período formativo.
- En la medida de lo posible, el grado debería garantizar que los graduados tengan conocimiento de los servicios que ya están concertados en las oficinas de farmacia. En este sentido, podría ser interesante incrementar la relación entre los colegios profesionales y la universidad para tener una información más exhaustiva de los servicios que ofrece una oficina de farmacia y para promover la formación continua en el futuro.
- Trabajar en la incorporación de alguna actividad formativa en la que los farmacéuticos tengan la oportunidad de interactuar con otros profesionales sanitarios, como son los graduados en Medicina y Enfermería.
De algún modo, son mejoras focalizadas en una profesión que ha pasado en los últimos años de centrarse en los productos farmacéuticos a centrarse en el paciente. Así, las oficinas de farmacia forman parte del sistema que trabaja para mejorar la calidad de vida del paciente y están, en definitiva, en una posición de privilegio para hacerlo con la máxima accesibilidad. Es decir, seguir trabajando desde las facultades en un servicio profesional farmacéutico central en el sistema sanitario.
Consideraciones generales del Proyecto Empleadores
En primer lugar, la necesidad de analizar la opinión de los empleadores en el diseño e implementación de las titulaciones. Es obvio que, con el paso de los años, los empleos serán más complejos, y cambiantes, y cuanta más información obtengamos de los empleadores, mayor capacidad tendrán las universidades para actuar.
Ahora bien, y en segundo lugar, la realización de este tipo de estudios no es nada fácil. Las dificultades son diversas: la falta de referentes internacionales es absoluta, las características de los empleadores son múltiples, la información tratada es siempre subjetiva, el número de títulos universitarios muy amplio, etc. Todo ello comporta la necesidad de que se lleve a cabo el estudio ámbito a ámbito, tal y como se ha observado en el ejemplo de los estudios de Farmacia, ya que las conclusiones obtenidas son válidas únicamente para dichos estudios. Así pues, se trata de un estudio muy laborioso, y subjetivo, pero de un gran valor para la mejora continua de la titulación.
Una tercera consideración es la necesidad de llevar a cabo el estudio de forma sistemática y coordinada. En este caso ha sido AQU la responsable de coordinar el trabajo para todas las universidades del sistema universitario catalán, como parte de este, siendo obvia la optimización de los recursos globales, así como la generalización de los resultados obtenidos.
Tampoco tendría sentido realizar el estudio para una sola universidad, cuando los empleadores reclutan a graduados en todas las universidades del sistema. La aportación económica de la Obra Social “la Caixa” es la que permite que este estudio pueda realizarse cada tres años de forma periódica, otra de las fortalezas del mismo. Sin duda, el análisis de la opinión de los empleadores respecto a los graduados universitarios será un reto que todo el sistema universitario deberá afrontar cada vez con más decisión. También con más incertidumbres, pero, por descontado, con nuevas tecnologías, como por ejemplo el análisis de las ofertas de trabajo publicadas en Internet, que deberían ayudar a posicionar cada vez mejor a los recién graduados respecto al mercado laboral que se encontrarán.
Ahora bien, y como ya advertía Harvey, si bien los titulados superiores es más probable que sean capaces de desempeñarse bien en un mercado laboral cambiante y flexible, no es viable una determinación precisa de necesidades del mercado laboral, dado que en el tiempo requerido para implantar cambios en el programa formativo, dichas necesidades ya habrán cambiado. Por ello, defendía que es mucho más importante educar a una fuerza laboral flexible y empoderada que confiar demasiado en la capacidad de la educación para anticiparse a las necesidades diversas y cambiantes de los diferentes sectores económicos.
Esta colaboración fue publicada en el Informe CYD 2018. Monografía, página 140. Puedes descargar el artículo completo en este enlace.