¿Cómo será la educación superior después del Covid-19? ¿De qué manera afectará al mercado laboral? ¿Cuáles son las mayores inquietudes de los futuros profesionales? ¿Qué aprendizajes ha dejado esta pandemia? Estudiantes a pocos meses de graduarse de su carrera de grado ponen en común cómo han vivido estos dos meses de confinamiento, las preocupaciones respecto a las clases y exámenes, los hábitos que se han visto modificados, el impacto del coronavirus en la enseñanza y los momentos de contacto social que han desaparecido a cambio de reuniones o encuentros virtuales.
La transición de la enseñanza mayoritariamente presencial a la virtual no es tan simple como sentarse y hacer una videollamada, sino que el grado de preparación para una situación extraordinaria como la que vivimos depende de muchos factores y demanda adaptación de herramientas y de recursos, tanto humanos como técnicos.
En los últimos 50 días, las prácticas y las actividades presenciales se han visto afectadas, quedando el rendimiento académico reducido a dos puntos esenciales de la educación digital: contar con la infraestructura adecuada y con un profesorado lo suficientemente preparado a nivel pedagógico como para brindar una enseñanza online satisfactoria.
Estas cuestiones no sólo suponen un reto para la educación superior en la era de la globalización, sino que sentarán un precedente respecto a lo que el sistema universitario español ha sido capaz de hacer para enfrentar el impacto del coronavirus en la enseñanza. Sean cuales sean las formas, modalidades y conexiones que adopte la educación superior post-pandemia, continuará siendo un motor para el desarrollo de las sociedades a las que da servicio, como lo ha hecho a lo largo de toda su historia.
“¿Qué escenario nos quedará a nosotros después del coronavirus?” Esa es la gran pregunta que se realizan los futuros graduados y la máxima preocupación de una generación española reconocida por ser la más y mejor formada. Están por finalizar su grado o doble grado, algunos han vivido un intercambio académico en el exterior, otros hablan varios idiomas y todos dominan las tecnologías digitales a la perfección, pero cuando se disponían a salir al mundo laboral estalló esta crisis sanitaria y ahora el desconcierto es su nueva realidad, limitando las oportunidades de poner a prueba sus capacidades y habilidades.
Gonzalo Pastor Carrascosa, estudiante de Ingeniería de Telecomunicaciones de la Universidad Pontificia Comillas, se encontraba en Estados Unidos realizando un intercambio académico en la Universidad de Illinois cuando se decretó el estado de alarma en España. Su mayor preocupación era no poder volver al país tras el cierre de fronteras, motivo por el cual decidió regresar a Madrid, truncando el final de su año en el extranjero.
“Los profesores han sido muy comprensivos desde el primer momento, aplazando los deadlines de los deberes para darnos más flexibilidad. Las clases/trabajos prácticos es lo que más se ha visto afectado. En mi caso, he tenido que dejar el Trabajo de Fin de Grado de Ingeniería ya que requería un gran número de horas en el laboratorio. Llevaba ya la mitad hecho y no ha sido fácil dejarlo para empezar otro de nuevo”, expresa Gonzalo.
Las expectativas que tenía en agosto del 2019 cuando comenzó esta aventura al otro lado del Atlántico distan mucho de la realidad actual. “Me imaginaba un final en EE.UU, obteniendo un buen resultado en mi último año de Ingeniería y aprovechando para conocer distintas ciudades con viajes increíbles en los meses que me quedaban allí. Habría deseado despedirme mejor de la gente que he conocido durante este año y que por la rapidez con la que ocurrió todo no pude”.
Gabriel Freytez, estudiante de Economía de la Universidad Autónoma de Madrid, se define como una persona que se adapta fácilmente a las situaciones. Si bien estuvo pendiente de las noticias, de la salud de sus amigos y familia, intentó seguir con su vida lo más tranquilo posible. “Por suerte no he tenido cercanos que hayan sufrido el Covid-19, sabía que ellos estaban bien. Intenté seguir estudiando con el método que ya tenía, nunca me sentí angustiado. Como vengo de Venezuela, las situaciones de crisis son totalmente normales y ya tengo experiencia en ello. Veía cómo la gente estaba estresada en los mercados vacíos, algo que me recordaba a lo vivido en mi país”.
Gabriel decidió emigrar a España en el 2018 debido a la situación política, social y económica que se vive en Venezuela. Comenzó su grado en Economía en la Universidad Metropolitana de Caracas y actualmente está finalizando sus estudios en la UAM. Si bien reconoce que hubo unas semanas de adaptación en las que no primó la organización inmediata, también admite que las plataformas digitales cumplen las expectativas para impartir conocimientos teóricos y prácticos. “Utilizamos Moodle desde la parte educativa y también Microsoft Teams y Zoom para las clases. El WhatsApp se usa para el típico grupo de alumnos de la clase. Sin embargo, no es lo mismo que una clase presencial porque la dinámica y el contacto son difíciles de sustituir por el medio digital”.
La pandemia ha dejado muchas enseñanzas en la vida de Gabriel, un joven de 23 años que anhela algo tan simple como salir a dar un paseo por la calle. La primera y más importante: valorar el contacto humano, la enseñanza presencial y la cercanía con los afectos. Pero además, ha aprendido a ser autodidacta y a desenvolverse con los medios que tiene a su disposición: “Si bien tenemos a los profesores y podemos preguntar cosas, al ser enseñanza online te fuerzas a estudiar por tu parte, así que esa habilidad se ha reforzado bastante”.
Cuál ha sido el impacto del coronavirus en la enseñanza
Alba Rius Barrufet, estudiante de Derecho + ADE de la Universidad de Barcelona, también reconoce que hubo cierto caos inicial ya que los profesores pensaban que el estado de alarma duraría solo 15 días y luego retomarían las clases presenciales. En las primeras dos semanas primó la preocupación y el desconcierto ya que el cuerpo docente no sabía dónde estaban las herramientas ni cuáles podían utilizar, además de tener que aprender cómo funcionan las notas de voz, cómo introducir audios en un Power Point, subir materiales online o utilizar Skype Empresarial.
En su caso, no le quedó más alternativa que re-adaptarse. “Estaba muy tranquila pensando en que las clases volverían a la normalidad y que no habría mayor trascendencia. El problema surgió cuando vimos que se alargaría mucho más que las dos semanas iniciales y probablemente hasta final del curso. La preocupación fue cómo realizaría el Trabajo Final de Grado ya que la parte de Derecho requiere información, materiales y papeles delicados que se encuentran en formato físico sólo en la biblioteca de la facultad”.
La pandemia ha estado llena de altos y bajos en los días de Alba que comparte piso en Barcelona y está obligada a estudiar en medio de las conversaciones que tienen sus compañeras; algo que, según reconoce, le ha permitido desarrollar la capacidad de concentración, de abstracción, de productividad y de establecer nuevas rutinas como es una breve meditación por la mañana. “Por momentos pensábamos que era algo surrealista, no terminábamos de entender ni de ponernos en la cabeza que esto nos estaba sucediendo. Era desconcertante pero muy despreocupado. Luego, cuando cobramos conciencia de que era real y que estábamos en stand-by, colgando sin saber hacia dónde ir o cómo iba a desarrollarse el curso, esa incertidumbre generaba ansiedad”.
Cristina Nova González, estudiante de Publicidad y Relaciones Públicas de la Universidad Pompeu Fabra, también admite que los primeros días de confinamiento fueron caóticos y difíciles, con clases virtuales no del todo claras y que debía repetir para entender los conceptos, además de presentaciones muy largas, videos explicativos o PDFs de más de 20 páginas. Su mayor dificultad era no saber cómo organizarse día a día porque no estaba acostumbrada a una magnitud tan grande de trabajo para realizar en una sola jornada.
Cristina detalla que desde la Pompeu Fabra intentaron facilitar a sus alumnos las clases online grabadas para evitar las sesiones en streaming por videollamada y que de esta forma cada estudiante pudiera hacerlas cuando pudiese, evitando además los problemas de conexión de cada uno. En el caso de las asignaturas que sí necesitaban de clases en directo se ha utilizado Collaborate. De todas formas, los problemas han persistido en asignaturas como Realización Publicitaria ya que el sentido era poder salir a la calle a grabar con cámaras profesionales. Además, han intentado hacer workshops en modalidad de grupo que funcionan bien presencialmente (ya que se pinta, se componen imágenes, se hacen listas con post-its) pero que de manera online pierden su efectividad.
En el caso de Cristina, el Covid-19 le generó otras trabas ya que se encontraba trabajando como asistente de grado de su carrera Publicidad y Relaciones Públicas pero tuvo que hacer un “parón” durante unas semanas para que la UPF encontrase una solución a sus prácticas. A causa de ello, su trabajo se vio suspendido y su convenio pausado. “Ahora las he vuelto a retomar y se han visto modificadas en tema de horarios, que no son tan cuadriculados y puedo ir trabajando cuando me vaya mejor durante el día. Las clases no se han visto afectadas porque ya habíamos acabado el segundo trimestre, pero los exámenes sí que se modificaron. En mi caso, tenía dos presentaciones de comunicación a un cliente que no pudimos hacer; la solución fue entregar todo el material por el Aula Virtual y escribir un pequeño documento sobre las cosas que hubiésemos explicado de manera presencial”.
Preocupación e incertidumbre ante los exámenes y trabajos suspendidos
La sobreinformación y las noticias no contrastadas con fuentes válidas y fiables también han estado en el centro del debate de esta pandemia sanitaria. Santiago Farré Montesó, estudiante de Comunicación Audiovisual de la Universidad Internacional de Catalunya, es consciente de ello: “He aprendido a informarme bien, tanto en la prensa como en las redes sociales. Las fake news, los bulos, las exageraciones, las parcialidades… todo esto ha estado muy presente en nuestra sociedad estas semanas, y creo que he sabido informarme bien, contrastar contenido, y no infoxicarme”.
Santiago reconoce que lo que más extraña es el espacio y las instalaciones ya que no es lo mismo hacer una clase en un aula que en su habitación, disminuyendo la concentración, la atención y por tanto el aprendizaje. Pese a ello, el confinamiento le ha enseñado a organizarse y a darse cuenta que en un día caben varias tareas: “No había hecho tanto deporte en mi vida, nunca había ayudado tanto en las tareas de la casa, he podido seguir al día las clases, las entregas y las prácticas extracurriculares. He leído mucho más. Nunca había pensado que sería capaz de hacer tantas cosas, aunque las relaciones humanas las echo de menos porque es muy diferente mantener un vínculo virtual”.
Tras decretarse el estado de alarma el 14 de marzo, la familia de Cayetana Fernández García, que vive en Galicia, le pidió a su hija que regresara de Madrid a Vigo. Así lo hizo para estar junto a sus dos abuelos internados en la Unidad de Cuidados Intensivos. Para aquel momento, la estudiante de Relaciones Internacionales de la Universidad Nebrija se encontraba realizando sus prácticas en el Ministerio de Asuntos Exteriores; actividad que se vio suspendida por el Covid-19. Además, sus clases fueron reprogramadas con modalidad online, así como los exámenes que ahora se realizan a través de la plataforma virtual de la universidad. Todos estos cambios le han causado preocupación e incertidumbre por tratarse de las últimas pruebas de su carrera y no saber cómo serán los nuevos formatos.
Según confiesa, ha intentado mantenerse serena pero las expectativas no son buenas puesto que tenía en curso diversas oportunidades profesionales que fueron canceladas. “Estoy muy desconcertada y desganada con las clases y, sobre todo, con el Trabajo de Fin de Grado. Se me hace muy complicado encontrar la motivación necesaria para hacerlo. Me he sentido muy angustiada y agobiada con mi futuro profesional, ya que estoy en mis últimos meses de la carrera y con proyectos de entrar en el mundo laboral. Me preocupa mucho la falta de empleo y de movilidad internacional”.
La proyección que Cayetana tenía de su fin de grado dista mucho de la realidad actual pero sí ha aprendido a ser más paciente y a desarrollar una resiliencia que desconocía tener. “Me imaginaba finalizar mis últimas prácticas profesionales como estudiante, viviendo mis últimos meses en Madrid con mis amigos que me han acompañado estos 4 años y comenzando con entrevistas de trabajo para las nuevas oportunidades que vendrían en los próximos meses. La pandemia nos arrebató todo. Lo único que me consuela es pensar que tendré una buena historia para contarle a mis nietos el día de mañana”.
Sara Sangil Rodriguez, estudiante del doble grado en Derecho + Relaciones Laborales y RR.HH de la Universidad Complutense de Madrid, debía presentar uno de sus trabajos de fin de grado el 26 de junio pero debido al coronavirus la fecha se suspendió hasta septiembre, además de verse aplazadas sus prácticas curriculares hasta el curso próximo; hecho que le impedirá graduarse este año como tenía previsto. Sus proyecciones profesionales también se han visto canceladas desde el curso de oratoria que estaba realizando en la Universidad Complutense de Madrid hasta las prácticas en el extranjero planificadas para el 2021.
Sin embargo, su mirada es solidaria con los compañeros de la UCM que no tenían un ordenador para continuar con el seguimiento académico. “En mi casa somos afortunados de contar con los medios pero la universidad tuvo que tomar medidas para prestar ordenadores a aquellos estudiantes que se encuentran en situación de vulnerabilidad”.
El llamado de Sara es el de poner en práctica la reflexión. “Como ha quedado patente tras esta situación, no tenemos el control de casi nada de lo que sucede a nuestro alrededor. Creo que es necesario pensar, vivir informado y adaptarse a las situaciones en la que nos encontramos de la mejor manera posible. Antes no tenía tiempo para leer libros o para estudiar inglés, ahora ya no tengo excusa. He aprovechado este tiempo para informarme sobre el mundo en el que vivimos”.
Ángel García López de Haro, estudiante de Ingeniería Biomédica de la Universidad Carlos III de Madrid, también hace hincapié en la importancia de los lazos físicos y en el valor irremplazable que tienen las relaciones humanas, no las mediatizadas a través de una pantalla virtual. Eso es, precisamente, lo que más extraña de la universidad presencial: “Compartir aula con mis compañeros, ir a clase juntos, poder charlar en la pausa o tomar un café en la cafetería. Hemos compartido 4 años de carrera y es imposible no sentir nostalgia de algo que hoy parece de sueños. Tenemos una amistad muy asentada y de repente, de un día para otro, estás solo en tu casa”.
Ángel reconoce que, si bien el día a día lo lleva bien porque tiene una rutina con tareas universitarias, siente incertidumbre de no saber cuándo se podrá volver a la vida normal y cómo será la situación laboral que lo reciba tras su graduación. “Yo me gradúo en un par de meses y esto no pinta nada bien. Estoy buscando oportunidades laborales, mandando currículums, queriendo avanzar en mi carrera profesional. Este es un problema que nadie se esperaba pero a todos los que salgamos al mercado laboral nos afectará. Quién sabe si en septiembre o enero del 2021 alguien quiera contar conmigo”.
Su mirada respecto al futuro profesional es bastante escéptica. Motivos no le faltan: había iniciado una serie de procesos de selección que no siguieron adelante por la pandemia, incluída una entrevista telefónica que 10 minutos antes de su concreción fue suspendida porque la búsqueda laboral se había frenado. Pese a este horizonte difuso, Ángel no pierde las esperanzas: “Soy optimista y creo que, aunque cueste más que en condiciones normales, las oportunidades laborales seguirán estando, costará más o menos pero se encontrará algo en lo que uno se sienta a gusto y pueda planificar su futuro”.
Cómo ven la inserción laboral los futuros graduados
Llevamos casi dos meses de cuarentena, ERTEs, reducciones de jornadas, despidos y procesos de selección cancelados. El futuro que vislumbran estos 8 futuros graduados es compartido por miles de jóvenes españoles que saben que los próximos meses estarán marcados por la incertidumbre y el temor a las proyecciones.
“Las empresas están reacias a contratar personal, estamos todos adaptándonos a esta nueva situación y cambiando esquemas o estrategias, por lo que no va a ser nada sencillo encontrar empleo”, reconoce Gabriel Freytes. En sintonía, Sara Sangil Rodriguez admite que “vendrán momentos difíciles, y eso irremediablemente tendrá consecuencias para muchos jóvenes. Me imagino que seremos mano de obra barata y que se incrementará el desempleo en muchos sectores. No obstante, como siempre, hay vencedores y vencidos, y creo que también será una oportunidad de oro para muchas empresas, muy especialmente, aquellas que trabajan en el sector farmacéutico, tecnológico y de las comunicaciones”.
Cristina Nova González coincide: “No creo que las empresas vayan a estar dispuestas a contratar a más trabajadores, menos a estudiantes con poca experiencia. Considero que será difícil encontrar trabajo, y si lo encontramos, será muy mal remunerado. Esto es un tema que me preocupa mucho y me parece muy injusto, siempre somos los más jóvenes los que pagamos las consecuencias de las crisis en temas laborales”.
La respuesta de Santiago Farré Montesó también se corresponde aunque con una cuota de optimismo: “Sin duda esta pandemia tendrá efectos en la inserción laboral de los recién graduados. Creo que vamos a pasar unos meses, incluso un año o más, con dificultades laborales. La mayoría de empresas, negocios y comercios han estado parados más de un mes, sin facturar nada. Esto conlleva un gasto y una pérdida con consecuencias para todos. Desde otro punto de vista, este es el mejor momento para contratar a los jóvenes ya que, con la ilusión que llevamos, podemos ayudar a remontar e impulsar de nuevo el mercado”.
Sin duda, afrontarán un mercado laboral inestable, con mayor incertidumbre, y seguramente alta volatilidad y fuertes riesgos de precariedad, pero tendrán la capacidad de reinventar algunas dinámicas que pongan en circulación la nueva normalidad. “Las empresas están realizando muchísimos ERTEs y reducciones horarias, con lo cual es complicado que quieran ampliar sus plantillas con nuevas personas. Los que sentiremos los mayores efectos seremos nosotros, personas jóvenes con nula o muy poca experiencia y de quienes van a prescindir. Pero hay una tendencia muy fuerte a la digitalización de todos los procesos y servicios, hasta incluso de la experiencia del usuario. Este es nuestro campo: somos nativos digitales y se nota muchísimo. Ahí está nuestro nicho de mercado donde podremos aportar valor añadido y demostrar lo que podemos hacer los jóvenes”, concluye Alba Rius Barrufet.
* Los 8 testimonios son estudiantes que han sido seleccionados para participar en el Programa Mentores CYD 2020 de Fundación CYD.