Ángel Cabrera es el presidente del Georgia Institute of Technology (Georgia Tech), una de las 20 universidades más destacadas en investigación de Estados Unidos y referente en innovación y tecnología. Nació y estudió en Madrid y desde joven ha sido pionero: primero en su familia, al acceder a la universidad y graduarse en Ingeniería de Telecomunicación por la Universidad Politécnica de Madrid, y luego en el país: es el primer español en alcanzar un puesto como rector en Estados Unidos, en la Universidad George Mason, que dirigió hasta 2019. Tras más de una década de experiencia en la dirección académica, comparte con la Fundación CYD su conocimiento, experiencias y reflexiones sobre la universidad y sus retos de futuro.
¿Qué es lo que más le sorprendió de su primera experiencia en la universidad en Estados Unidos?
La universidad en Estados Unidos dispone de muchos más recursos para dedicar a investigación, enseñanza o estudiantes. Es una universidad mucho más diversa, con tradición de atraer a alumnos y a profesores del todo el mundo, pero también es sorprendentemente cara, con problemas de acceso de gente humilde. La universidad española no tiene tantos recursos, pero ha mantenido costes bajos y matrículas asequibles, permitiendo que una generación como la mía pudiera estudiar en ella.
En España se ha conseguido casi el acceso universal a la universidad, cuando en Estados Unidos hay problemas de acceso.
La universidad española no tiene tantos recursos como la estadounidense, pero ha mantenido costes bajos y matrículas asequibles, permitiendo que una generación como la mía pudiera estudiar.
¿Qué lecciones puede aprender la universidad española de la estadounidense y viceversa?
La universidad en Estados Unidos es un sistema institucional con mucha más autonomía: cada centro decide a qué profesores contrata, cuánto se les va a pagar o el importe de las matrículas. Hay organismos reguladores, pero con menos presión y más libertad que en España y Europa. Las universidades se diferencian, especializan y tienen una dinámica competitiva por atraer a estudiantes, profesores y recursos de investigación; consiguiendo la excelencia. Las universidades tienen consejos de dirección, formados por profesionales de prestigio que colaboran de forma voluntaria. A mí me contrata el consejo tras consultar con representantes del claustro, alumnos y antiguos alumnos, pero al final deciden ellos: sería muy aconsejable adoptar este sistema de gobierno en las universidades españolas.
También hay que destacar que las inversiones en investigación en las universidades estadounidenses son las mayores del mundo; tras la segunda guerra mundial el gobierno estadounidense delegó en la universidad esta labor científica. El Georgia Tech tiene entre 1.200 y 1.300 millones de dólares en gastos de investigación, la mayoría financiados por el gobierno federal.
En el lado contrario, la universidad estadounidense puede aprender de la accesibilidad de la universidad europea: en Europa la universidad es un bien común, algo que tiene que igualar a todo el mundo y en este sentido se ha hecho mucho mejor. No sé si se pueden hacer las dos cosas: dar más autonomía y tener una gobernanza y una petición de cuentas mucho mayor, pero a la vez controlar los costes para evitar problemas de acceso a la universidad.
En Europa se valora mucho más la igualdad, en Estados Unidos el objetivo es la diversidad; gracias a ella existen Harvard, el MIT, Standford y el Georgia Tech, con el mejor talento del mundo.
Usted preside el Georgia Tech, una de las 10 mejores universidades en Estados Unidos. ¿Qué hace que una institución llegue a ese nivel de prestigio?
Es una combinación de decisiones que se han tomado a lo largo de la historia, autonomía en la toma de decisiones, y recursos. Georgia Tech fue la primera universidad tecnológica del sur de Estados Unidos: se fundó en 1885, tras la guerra de sucesión y como respuesta a la necesidad de dinamizar el sur, predominantemente agrícola, donde se quería crear una nueva generación de ingenieros y tecnólogos para modernizar su economía.
El prestigio se debe a décadas de decisiones acertadas de mis predecesores y de consejos de dirección, de inversiones fuertes y también de tendencias que no se controlan. Además, el Georgia Tech se ha beneficiado de la amplia distribución de fondos del gobierno estadounidense para la investigación.
En los últimos años, Atlanta, la ciudad en la que está la universidad, ha ganado interés, atrayendo empresas punteras, ofreciendo buena calidad de vida y uno de los aeropuertos mayores, con más tráfico y conexiones del mundo. Es un círculo virtuoso: a medida que Georgia Tech crece, las grandes empresas quieren estar cerca para aprovechar su talento e innovación: Google, Cisco, Microsoft han ampliado su presencia y con ella los recursos. Solo el año pasado conseguimos 200 millones de dólares en donaciones.
Atlanta es una ciudad con grandes desigualdades económicas. ¿Cómo puede ayudar la universidad al desarrollo de su entorno?
Atlanta tiene dos historias: de progreso, innovación y desarrollo, pero a la vez de grandes niveles de desigualdad con una dimensión racial clara.
La gran crítica a la universidad es que no representa a la diversidad racial: en el término municipal de Atlanta la población negra es mayoría y en la zona metropolitana supone un 30%, sin embargo, en la universidad solo es un 10%. Creemos que la universidad tiene un papel muy importante en resolver esta situación: estamos tratando de crear oportunidades, reconectar barrios predominantemente blancos y negros y atraer el potencial de los alumnos en zonas con más desigualdad. Hay que considerar que Georgia Tech es una universidad muy selectiva: hemos llegado a tener más de cincuenta mil solicitudes para tres mil seiscientas plazas.
Otra área donde observamos desigualdad es en el acceso de las chicas a la ingeniería y la informática. Es muy importante que universidades como la nuestra hagan todo lo que puedan para atraer mujeres al mundo de la tecnología.
La universidad tiene un papel muy importante en resolver la representación de la diversidad racial y en hacer lo posible por atraer a mujeres al mundo de tecnología.
Su universidad está abriendo nuevos modelos de aprendizaje con formatos de enseñanza online, ¿en qué se basa ese formato?
En el contexto del inicio de los MOOCS (Massive Open Online Courses), el Georgia Tech decidió hacer un gran experimento: crear un máster en Informática enteramente online, con un coste de siete mil dólares, una décima parte de los costes del programa presencial. En un inicio hubo un debate interno sobre si pudiera afectar a la marca y canibalizar al formato tradicional, pero la realidad es que se ha convertido en la mayor maestría que conocemos, con más de dieciséis mil alumnos en 3 másteres (en informática, análisis de datos y ciberseguridad). Ha transformado la universidad: la tercera parte de estudiantes es online y nos ha ayudado a servir a profesionales que, si no, no tendrían acceso a este tipo de educación. Ha supuesto una revolución a nivel nacional: hemos mejorado el acceso y creado oportunidades para muchas personas y los profesores se sienten muy orgullosos.
Con la pandemia se ha generalizado más la enseñanza online, ya que muchos más estudiantes están abiertos a este tipo de aprendizaje.
Nuestro máster online, cuyo coste es una décima parte que el presencial, ha supuesto una revolución nacional, mejorando el acceso y dando oportunidades a miles de personas.
¿Cree que la enseñanza online va a ser la tendencia predominante en el futuro, o lo presencial seguirá siendo la prioridad para estudiantes y universidad?
Van a haber opciones diferentes para todo el mundo, solo se añaden nuevos mecanismos, como ya pasó con los medios de comunicación: la TV no destruyó a la radio e Internet tampoco lo hizo con los anteriores.
En la enseñanza de grado, el Georgia Tech sigue siendo un campus físico que ofrece a los estudiantes una experiencia transformadora de madurez a nivel intelectual y social, con acceso a muchas oportunidades, servicios y deportes; es una vivencia increíble. Con la tecnología se amplían las posibilidades a quien no puede permitirse acceder a nuestro campus y da más flexibilidad en la movilidad internacional: se puede estudiar en Europa y hacer una asignatura en Estados Unidos.
La tecnología está revolucionando el sistema de universidades: el Georgia Tech y otras universidades punteras están creciendo mientras que la mayoría de las universidades públicas, sobre todo universidades pequeñas y en zonas rurales, están perdiendo estudiantes.
Con la enseñanza online van a haber opciones diferentes para todo el mundo; se añaden nuevos mecanismos, como ya pasó con los medios de comunicación.
Estamos en un momento de grandes cambios y retos, para la sociedad en general y para el sector educativo en particular. ¿Cree que la capacidad de dar respuesta y adaptarse al nuevo entorno va a propiciar que aumenten las diferencias entre universidades (las llamadas dos ligas) y, por consiguiente, se aumenten las diferencias entre estudiantes de uno u otro centro?
En Europa se valora mucho más la igualdad, en Estados Unidos el objetivo es la diversidad de instituciones y gracias a ella existen Harvard, el MIT, Standford y el Georgia Tech, que atraen al mejor talento del mundo y aportan mucho valor al país. El coste que se paga por ello es la desigualdad, hay regiones donde no existen suficientes oportunidades, pero en Estados Unidos la diversidad de instituciones no se considera algo negativo o injusto como en Europa; la realidad es que si se quiere buscar la excelencia y competitividad hay que permitir diferenciar.
Suiza, el sistema más competitivo en Europa, tiene dos escuelas politécnicas federales, en Lausana y Zurich, que son de las mejores universidades del mundo. No todo el mundo puede estudiar allí y el resto de las universidades no tienen los mismos recursos, pero atraen a estudiantes de todo el mundo. Es esa la cuestión de política pública que se encara de forma diferente en Europa y Estados Unidos.
Si se quiere buscar la excelencia y competitividad hay que permitir diferenciar.
¿Con los modelos de enseñanza online, estamos cerca del fin de la universidad como Aula magna y el inicio de un nuevo modelo más accesible y personalizado? ¿Cómo cree que el sector universitario percibe la entrada de nuevos actores en el sistema, que, por ejemplo, ofrecen formación online, global y acreditada por algunas de las principales empresas del mundo?
Creo que es fantástico que Google, Microsoft o Amazon ofrezcan programas y den mayores oportunidades. Pero llevo años escuchando que Google va a destruir el negocio de las universidades porque todo el mundo va a querer estudiar allí, y eso no ha pasado, porque el papel que tiene la universidad es muy amplio: es mucho más que educación, y preparación; hay un deseo de las personas por acceder.
La universidad ha de preparar y dar una base intelectual, enseñar a aprender, pero la idea que una carrera te prepara para todo lo que necesita tu trayectoria profesional es errónea. Vamos a tener que estar continuamente preparándonos, adaptándonos y la ayuda de las empresas es valiosísima.
Según datos recientes de la OCDE, en España un 48,7% de los jóvenes entre 25 y 34 años está titulado en un grado universitario o FP superior y un 28% solo tiene estudios básicos. En Estados Unidos el porcentaje de estudiantes titulados en esa franja de edad es del 51%, aunque las cifras varían considerablemente en función del estado ¿Cómo valora esas cifras?
Hay que celebrar las cifras en España, porque la diferencia en titulados universitarios era mucho mayor hace dos décadas. Estados Unidos se ha estancado y los números en España han subido. Hay que celebrar lo que se ha conseguido y animar a políticos y a agentes sociales a que la cifra de titulados universitarios siga aumentando.
Me molesta que se hable de “sobreeducación”: es una visión muy elitista y muy poco acertada: no hay ningún país donde vayan mal las cosas porque se eduque más a la sociedad. La probabilidad de un licenciado de conseguir un buen empleo es muy superior a alguien que no lo tiene. Vamos hacia una economía del conocimiento, y cada vez más la educación superior va a ser un requisito para acceder al empleo. Ampliar el número de personas que acceden a la universidad es un objetivo que todo el mundo debería compartir.
Además, tiene que haber vehículos paralelos de Formación Profesional efectiva para dar oportunidades a todo el mundo, como ha hecho Alemania con mucho éxito.
Me molesta que se hable de “sobreeducación”: es una visión muy elitista y muy poco acertada: no hay ningún país donde vayan mal las cosas porque se eduque más a la sociedad.
¿Cree que ir a la universidad significa lo mismo que hace 30 años, tiene el mismo prestigio social?
No significa lo mismo. Si nos remontamos a la historia, en Estados Unidos el acceso a la universidad ha venido en olas: en el siglo XVIII se crean las primeras y eran muy elitistas. A finales del siglo XIX se crean sistemas de financiación que dan lugar a universidades públicas y se abre el acceso. Después de la II Guerra Mundial, se crean becas para los miles de soldados que vuelven de combate; en ambas ocasiones que la universidad se abrió, hubo críticas de la élite.
Al final la constante es que una sociedad educada es una sociedad más próspera. Una sociedad democrática educada tiene más posibilidades de sobrevivir, de tomar decisiones más razonables. Las ventajas de la educación para la economía y para el sistema democrático son fundamentales: hay correlaciones de la salud y la economía con la educación, por ello hay que seguir intentando vencer estas críticas elitistas. Puede parecer contradictorio, pero hay que diferenciar: no hay nada en contra de universidades de élite para las grandes mentes, sino en que haya elitismo de acceso.
Una sociedad educada es una sociedad más próspera. Una sociedad democrática educada tiene más posibilidades de sobrevivir, de tomar decisiones más razonables.
En la transformación digital, los expertos en educación y empleo destacan la importancia del conocimiento y competencias en nuevas tecnologías. ¿Va a haber una nueva élite predominante en el ámbito tecnológico y un riesgo de mayor exclusión laboral para el resto?
Sí, hay un riesgo. Creo que es fundamental que en cualquier estudio haya un componente tecnológico, porque si no te quedas atrás. El acceso a datos, la digitalización y en general la tecnología lo están transformando todo. Es importante integrar la tecnología en cualquier ámbito de conocimiento, sea historia o humanidades, si no hay riesgo real de dejar gente atrás.
Algunas proyecciones señalan que la gran mayoría de los trabajos del futuro aún no existen. ¿Cree que son acertadas?
La agricultura siempre se va a necesitar, pero el trabajo de un agricultor en la actualidad no tiene nada que ver con lo que era hace unos años, y así en cualquier sector: la robotización y el cómo se utilizan los datos es muy diferente. Las funciones no desaparecen, pero la naturaleza de esos trabajos va a ser muy diferente y lo va a seguir siendo.
En España hay tal obsesión por crear nuevas carreras que ni entiendo muchas de las carreras que hay ahora. El objetivo debe ser no prepararte para un trabajo determinado, sino dar una base intelectual y unas herramientas que ayuden a lanzar tu carrera y a seguir adaptándote a lo largo de tu trayectoria profesional. Esto no tiene fin, el trabajo va a estar siempre cambiando, no puedes añadir cientos de carreras.
La universidad ha de preparar y dar una base intelectual, enseñar a aprender, pero la idea que una carrera te prepara para todo lo que necesita tu trayectoria profesional es errónea.
¿Qué consejos le daría a un estudiante en su etapa de educación superior?
No obsesionarse con qué tipo de carrera estudiar, escoger una institución donde haya oportunidades de tener una visión amplia. Asegurarse que tienes un pie sólido en la tecnología digital estudies lo que estudies. Aprovechar la universidad para estudiar y aprender cosas distintas, abrir la mente a temas nuevos y a experiencias como hacer prácticas en el extranjero o participar en asociaciones de estudiantes; en definitiva, utilizar esos años para crecer.
Es importante integrar la tecnología en cualquier ámbito de conocimiento, si no, hay riesgo real de quedarse atrás.
¿Cuál es el gran aprendizaje que se lleva de su experiencia en la carrera académica hasta la fecha?
En el liderazgo en universidades, que son entes tan complejos, uno gana mucha humildad, porque nunca dejas de aprender, estás siempre bajo presión, sujeto a nuevos desafíos.
La COVID nos puso a prueba y de todo aprendemos. Lo que queda es tener claridad de valores: entender por qué estás haciendo las cosas, en qué crees, porque cuando estás en medio de crisis lo que te ayuda es tener claridad en lo que es importante para ti y tu universidad; si no, estás perdido.
Con la pandemia se ha generalizado más la enseñanza online, ya que muchos más estudiantes están abiertos a este tipo de aprendizaje.