A casi 12 meses de la declaración del estado de alarma, la universidad española ha replanteado íntegramente su modalidad de enseñanza, reinventado los modos de impartición del conocimiento y se ha aliado con la tecnología y la digitalización para garantizar la continuidad, estabilidad y motivación del aprendizaje de los jóvenes. La conclusión en retrospectiva confirma que la pandemia fue la pasarela que expuso los numerosos retos que tenía pendiente el sistema educativo y, por encima de todo, que es posible innovar y apostar por la transformación digital de la universidad para hacer de esta una institución más flexible, interdisciplinar, colaborativa, ágil, transparente y capaz de desarrollar un gran sentido común en toda su comunidad.
En marzo de 2020 el salto a las aulas virtuales sorprendió a una universidad que estaba mayoritariamente anclada, firme y convincentemente, en la presencialidad y en la vida en el campus. La llegada sorpresiva de la pandemia obligó a acelerar la digitalización de la educación superior y, con ello, a instaurar nuevas maneras de enseñar y de aprender. Así, la Covid-19 se transformó en el catalizador de una ansiada y postergada renovación metodológica, la cual hizo posible que se pivotara de un modelo de clase magistral al uso de herramientas digitales que permitiesen una transmisión de conocimiento más dinámica, interactiva y bilateral.
Bajo este contexto, el pasado 25 de febrero realizamos un Debate CYD para analizar los desafíos que ha supuesto enseñar y aprender en tiempos de pandemia. El debate, transmitido en streaming, en directo y con una elevada participación de representantes de los sectores universitario, administrativo y empresarial, se centró en las declaraciones de 6 profesores y alumnos de diversas universidades españolas respecto a los retos que han debido sortear para continuar con las clases, las evaluaciones y las prácticas en un entorno de pandemia.
En concreto, los profesores Pilar Aparicio (Universitat de Barcelona), Núria Hernández (Universidad de Oviedo) y Fernando Tomé (Universidad Nebrija), y los alumnos Cayetana Fernández (Universidad Nebrija), Alejandro Martín (Universidad Carlos III de Madrid) y Natalia Zardoya (Universidad Complutense de Madrid) pusieron en común los avances que cada universidad asumió en materia de transformación digital, las brechas latentes en materia tecnológica, las dificultades de migración de enseñanzas eminentemente prácticas a las herramientas virtuales y las oportunidades que brinda la tecnología en materia formativa.
Las palabras inaugurales del Debate CYD “El reto de enseñar y aprender en tiempos de pandemia” estuvieron a cargo de Sònia Martínez Vivas, Directora Gerente de Fundación CYD, quien además de dar la bienvenida a los ponentes y a los asistentes del encuentro online, enmarcó esta sesión dentro de un ciclo de debates que buscan analizar y comprender el impacto que ha tenido la Covid-19 en la educación superior y el alcance de la transformación digital en la universidad española.
De la sorpresa a la nueva normalidad: retos y oportunidades de la educación híbrida
Los ponentes coincidieron ante la primera pregunta de Melina Díaz, responsable de comunicación en Fundación CYD y moderadora de este debate: la pandemia ha sido la gran oportunidad para repensar (y renovar) los métodos, las formas y los sistemas de enseñanza y aprendizaje predominantes en la universidad española desde hace tantos años, dando paso a una formación más dinámica y tecnologizada.
La pandemia no es cosa del pasado sino del presente y hace que aún hoy se tenga que apostar por una docencia mixta y sincrónica. Así lo sostuvo Pilar Aparicio, profesora titular de Organización de Empresas en la Universitat de Barcelona, quien emitió sus primeras palabras reconociendo que “las trincheras educativas han sido duras todos estos meses” y que, con 1.300 alumnos en el grado en ADE, tuvieron que pasar de una enseñanza presencial a una interacción en tiempo real pero a distancia.
“Hasta el 13 de marzo habíamos oído hablar y sabíamos algunas cosas de la sincronía pero no lo habíamos puesto en marcha. Las primeras semanas fueron de una docencia caótica. Como profesora y coordinadora de 13 grupos, viví semanas de caos, sin saber a qué hora tenía que dar clases, de qué manera podía compaginarlas, cómo evitar solapamientos. El sistema evaluativo fue caótico en los primeros meses, pero a partir de abril tuvimos reuniones de planificación y eso ayudó a que la docencia fuese lo más parecida a la presencialidad, respetando días y horarios”, sostuvo Pilar Aparicio, docente e investigadora en la UB desde 1997.
Según detalló Núria Hernández, doctora en Economía y profesora titular del departamento de Economía Aplicada en la Universidad de Oviedo, enseñar y aprender en tiempos de pandemia ha sido todo un reto. “El desafío estuvo en depositar en los alumnos cierta confianza para que sintieran que los profesores sabíamos lo que hacíamos y que los podríamos guiar a través de clases por videoconferencia, arribando a buen puerto”.
Núria Hernández, Universidad de Oviedo“Enseñar fue un gran desafío pero también aprendí muchísimo durante todo este tiempo. Ha sido un período de desarrollo profesional exprés, me ha permitido acercarme a nuevas herramientas, a nuevas tecnologías, a nuevas formas de hacer. Todo esto ha supuesto agobio, preocupación y ansiedad, pero ha sido muy apasionante y lo vivo como una gran oportunidad de movernos hacia adelante. En muy pocos meses hemos vivido un cambio que de otra forma la universidad habría tardado mucho tiempo en lograr”.
Fernando Tomé, doctor en Economía, profesor y vicerrector de estudiantes y empleabilidad en la Universidad Nebrija, reconoció haber vivido (tanto a nivel personal, profesional y de salud) bastante mal los primeros días de pandemia. “Fui uno de los primeros contagiados por coronavirus y físicamente estaba muy machacado. Pasamos días de mucha angustia, con expectativas inquietas. Sin embargo, hicimos el esfuerzo de mantener las mismas clases, horarios y días, y lo hicimos a pesar del miedo que teníamos, sin saber si seríamos capaces de dar soporte técnico a virtualizar toda la universidad de golpe”.
Fernando Tomé, Universidad Nebrija“Al mantener las clases y horarios, nos dimos cuenta de que los alumnos tenían algo definido para hacer. El inicio fue difícil, con incidencias numerosas y jornadas demandantes. Los estudiantes se portaron de maravilla, hicieron un esfuerzo muy poco valorado en una situación terrible. Yo no sé si hubiera sido capaz de afrontar mi primer curso universitario de forma virtual, y sin embargo dimos por natural que ellos sí lo hicieran. Deberíamos felicitarlos y agradecerles lo que han dado de sí. Nos han enseñado mucho, han sido maravillosos sus aportes y han hecho posible que hoy tengamos clases mixtas entre tablets, ordenadores, pizarras digitales y lápices ópticos, además de cámara enfocándonos correctamente”.
“No ha sido nada fácil, ha sido un proceso de adaptación muy grande y hemos desarrollado una responsabilidad extra que no conocíamos”, afirmó Cayetana Fernández, graduada en Relaciones Internacionales y actualmente cursando el grado en Derecho online por la Universidad Nebrija. “No es lo mismo estar en clase prestando atención a lo que dice el profesor que tenerla a través de un ordenador en el salón de tu casa. El hecho de ser consciente de cuántas horas dedicar por mi cuenta al estudio y a las clases me empujó a adaptarme y a ser autodidacta. En mi caso, presenté mi trabajo final de manera online y me gradué de forma virtual, algo muy diferente a lo que imaginaba de mi último año”.
La Covid-19 ha transformado todas las industrias y la educación no ha sido ajena a ello. “Por suerte o por desgracia, la pandemia ha acelerado todo esto”, reconoció Alejandro Martín, graduado (también de manera online) en Ingeniería Aeroespacial por la Universidad Carlos III de Madrid. “En mi último tiempo universitario estuve muy desmotivado, no me motivaban las asignaturas, no sentía la ilusión del principio y ello hizo que predominase la inercia hasta el último curso. A la universidad le pedía un cambio digital, un cambio en el sistema educativo y un cambio en los métodos de evaluación. La pandemia ha potenciado la transformación digital de la universidad y sí debo reconocer que se adaptó muy rápido y se transformó en casi una semana para girar de un sistema presencial a otro puramente online, haciendo que fuesen casi lo mismo las clases magistrales a las dinámicas virtuales”.
Por su parte, Natalia Zardoya, estudiante de último año del doble grado en Derecho y ADE por la Universidad Complutense de Madrid, reconoció que tras declararse el estado de alarma se esperaba una situación aún peor. “Mi universidad es eminentemente presencial y mis estudios dependen de dos facultades con políticas diferenciadas, con lo cual viví una gestión bastante distinta en cada una. Al principio no confiaba mucho en esa coordinación y las primeras semanas fueron caóticas, con dificultades para trasladar la parte más práctica de mi carrera al formato online. Finalmente, la adaptación de mi universidad fue bastante rápida y eso me sorprendió. La enseñanza online ha traído muchas cosas buenas y la universidad necesitaba un cambio que apueste por una mayor digitalización”.
Testimonios y vivencias: impacto de la Covid-19 en la educación
El siguiente módulo del debate se centró en compartir valoraciones respecto al impacto de la Covid-19 en la educación superior y en la influencia de las nuevas tecnologías como herramientas capaces de aportar soluciones innovadoras a las necesidades educativas. Según Núria Hernández (Oviedo), la mayor preocupación fue dar el mejor servicio a los 22.000 alumnos, indicándoles el camino a seguir frente a la nueva situación: “Es cierto que la tecnología podía tener sus limitaciones y que había preocupación de que el sistema no aguantase un movimiento masivo hacia las clases remotas, pero realmente las cosas fueron muy bien y la evolución de los docentes hacia las herramientas de trabajo colaborativas fue destacable”.
En complemento, Fernando Tomé (Nebrija) sostuvo que “tras 800 años de historia, la universidad había devenido en un ser invisible en la sociedad pero con la pandemia conseguimos que se hable de ella, asociándola a los esfuerzos por salvar la educación. No existe un motivo que haga distinguir a cómo han reaccionado las universidades en función de la titularidad; tanto públicas como privadas nos fijamos el objetivo de salvar el curso e hicimos un esfuerzo titánico con lo que teníamos a mano y en función de la capacidad del profesor de adaptarse a las circunstancias. Públicas y privadas nos hemos visto obligadas a hacer ejercicio de la transformación digital”.
Alejandro Martín (UC3M) recordó el momento justo del cierre de los campus universitarios: “Lo viví a través de las redes sociales y al contactar con el coordinador de nuestro curso, él no sabía lo que pasaría, cómo serían los modelos de evaluación, qué plataformas usaríamos para las clases online, cuánto duraría la pandemia. Todos teníamos incertidumbre, pero sí considero que mi universidad ha salvado el curso con calidad y que no ha habido diferencias con respecto a las clases presenciales ya que se pudo virar hacia lo online y hacerlo de la misma forma”.
“Considero que el mayor caos estuvo en las evaluaciones: eran demasiado densas, nos controlaban el ordenador, nos dividían en grupos de 20 y a través del móvil un profesor pedía vernos la cara y las manos, nos exigían que conectaramos el audio para que nadie nos de indicaciones o nos pedían que moviésemos el móvil para comprobar que no había nadie con nosotros. La apuesta debería haber sido optar por evaluaciones alternativas como trabajos o proyectos y no evaluaciones de únicas respuestas. La única prioridad de mi universidad fue que no se copiase, que no se plagiara y que no hubiera fraude; algo que se consiguió más y mejor en el canal online que en el presencial”.
Cayetana Fernández (Nebrija) también rememoró el momento en el que se decretó el estado de alarma. “Estaba viviendo en Madrid pero decidí volver a casa porque me parecía insostenible mantener un piso si no tenía mis clases allí. Llevaba 6 años sin volver a Vigo y mi mayor reto fue adaptarme a convivir nuevamente con mis padres, a teletrabajar y a terminar la universidad de forma online. Me da pena porque mis prácticas en la ONU eran en Nueva York y actualmente con la Cruz Roja debería estar en Panamá, pero prefiero estar agradecida de que al menos puedo hacerlo a distancia. Ahora veo el lado positivo de las cosas y que he podido pasar más tiempo con mi familia, algo que de otra forma no hubiera sido posible”.
En paralelo, Natalia Zardoya (UCM) valoró la predisposición, la empatía y la proximidad de los profesores. “Me he sentido muy acompañada por parte de la universidad. Ante esta situación de pandemia tan difícil y tan extrema, los profesores nos preguntaban cómo estábamos y qué problemas teníamos. Sentí mayor cercanía por parte de ellos a través de los canales online que de manera presencial ya que las formalidades típicas quedaron de lado, permitiendo que hablásemos de manera natural, como si nos conociéramos de toda la vida”.
Quienes se dedican a la docencia saben que la enseñanza consiste en facilitar el aprendizaje y que la interacción entre el profesor y el estudiante es un elemento crucial para el éxito de la transferencia del saber. En este entorno de pandemia, las metodologías activas han permitido fomentar este intercambio desde la proactividad y la dedicación 24/7 del docente hacia el alumno.
Así lo recordó Pilar Aparicio (UB): “Ha sido muy gratificante ver la participación y la asistencia de los alumnos en las plataformas virtuales. El 16 de marzo, encendí el ordenador y me encontré al 100% de los estudiantes esperándome. Fue un subidón y la prueba de que debíamos sacar el curso adelante por ellos. Es cierto que al coordinar 1.300 estudiantes de grado el volumen de inconvenientes era muy alto y diverso. Alumnos confinados o con familiares enfermos, estudiantes que no tenían acceso a las plataformas digitales o que debían compartir un solo ordenador con su familia numerosa. La situación tan extrema generó una sensación de total empatía”.
La transformación digital de la universidad española, el gran reto pendiente
Ante el curso vigente, las universidades españolas han logrado activar un esquema híbrido de enseñanza, combinando lo presencial con lo virtual. Sin embargo, la transformación digital que merece la educación superior no pasa solo por la disponibilidad y el acceso a los dispositivos electrónicos (muchos de los cuales se han cubierto con ayudas, becas y recursos de las instituciones educativas), sino que va mucho más allá y demanda una gestión del cambio desde un prisma que abrace la flexibilidad, el sentido común y el pragmatismo ante la incertidumbre.
“Hace 20 años, los docentes más digitalizados llevaban una serie de transparencias que proyectaban en la pared. Esos eran los profesores más avanzados cuando comencé a dar clases, en 2001, y los que convivían con quienes llevaban sus cartoncitos amarillentos que repetían clase a clase, año a año. Eso es impensable a fecha de hoy e inviable en un día como el 14 de marzo de 2020. Hemos evolucionado mucho pero la universidad tiene que ponerse las pilas con su transformación digital. Una de las bondades de esta situación es que nos vimos obligados a correr más y a pasar tramos de este cambio a una velocidad que ni siquiera sabíamos que éramos capaces. Aún así, queda mucho más camino por recorrer que lo ya transitado”, sostuvo el vicerrector de estudiantes y empleabilidad de Nebrija, Fernando Tomé.
Al reflexionar sobre la calidad de la formación universitaria y de la posible existencia de una brecha formativa entre estudiantes pre y post-covid, Núria Hernández reconoció que en la Universidad de Oviedo el curso 2020 se cerró con un alto estándar de calidad. Sin embargo, la docente y doctora en Economía también hizo hincapié en que la transformación digital de la universidad debe ir acompañada de un profundo cambio metodológico que implique modificaciones en las formas de enseñar y evaluar.
Núria Hernández, Universidad de Oviedo“Hablamos de una transformación digital de la universidad que supondrá una mayor utilización de la tecnología en el aula, pero la cual debe ir asociada a un cambio metodológico. No es simplemente utilizar videoconferencias, campus virtuales o plataformas que permitan una comunicación cuasi permanente entre los agentes, sino que debemos replantearnos qué hacer antes de una clase síncrona y qué hacer durante la misma para que los alumnos no vivan esa experiencia como algo aburrido sino significativo”.
Los estudiantes también compartieron sus valoraciones respecto a la importancia de la presencialidad como valor inherente a la educación y a la vida universitaria. Según Alejandro Martín (UC3M), la universidad debería ser el lugar del conocimiento, de la ambición, de la inquietud y de las ganas de innovar y crecer.
“Los alumnos vamos a la universidad con la ilusión de crecer pero en mi caso eso se fue perdiendo. La universidad ha pasado de ser el lugar al que vas a aprender a un lugar en el que sacas un título, sin que la institución apoye el crecimiento profesional. En lugar de ser el sitio donde se reparten títulos, debería ser un lugar de sabiduría y de conocimiento. La presencialidad sí que es importante pero la educación online permite al alumno tener más tiempo e invertirlo en cursos, debates, conexiones y redes de innovación con profesores y alumnos de cualquier parte del mundo”.
Por su parte, y pese a reconocer que la enseñanza online ha abierto puertas y acortado distancias, Cayetana Fernández (Nebrija) enfatizó en el valor social de la universidad.
“Lo que más echo de menos es compartir un café con amigos tras una clase o resolver dudas con un profesor tras una tutoría. No es lo mismo hablar por email que mirarte a los ojos. La parte más humana la eché de menos porque para mi la universidad no es solo un sitio al que se va a aprender sino una experiencia global. Aún así, es cierto que la digitalización ha dado hueco a otro tipo de enseñanzas y que he podido participar en cursos o seminarios fuera de España y que, por razones de desplazamientos, no hubieran sido posibles”.
En concordancia, Natalia Zardoya (UCM) también reconoció la oportunidad de combinar ambas modalidades de enseñanza, presencial y virtual, destacando las bondades de ambos canales sin necesidad de replicar el esquema de la lección magistral a entornos digitales.
“La universidad ofrece mucho más que un aprendizaje a través de las clases y la vida en el campus es mucho más que asistir a una asignatura. El campus universitario te abre a conocer personas con visiones diferentes, otras experiencias, otras perspectivas, y habilita la socialización y el contacto tan necesarios y tan difíciles de lograr a través de los formatos online. En el futuro deberá haber una alternativa que combine la posibilidad de grabar una clase y de asistir a ella de manera presencial. No imagino un formato virtual para todo, sería algo muy impersonal siendo que el contacto es crucial, pero sí creo que debemos aprovechar la tecnología en momentos y circunstancias en las que sea más beneficioso”.
Cómo ven profesores y alumnos el futuro de la universidad
Por último, los ponentes compartieron su proyección respecto a la universidad del futuro y el impacto de la digitalización en la educación superior. Tras el avance innegable de la tecnología y su posicionamiento como mediadora (e, incluso, facilitadora) del aprendizaje, la apuesta de la comunidad universitaria es la de favorecer una enseñanza más personalizada que potencie las bondades de la presencialidad en conjunción con la adaptabilidad de las metodologías virtuales.
Pilar Aparicio, Universitat de Barcelona“Debemos combinar las clases presenciales con la virtualidad para que aquellos estudiantes que no pueden asistir, no se queden atrás. Hace una semana empezamos a dar clases presenciales dividiendo a los alumnos en DNIs pares e impares, motivo por el cual compañeros del mismo curso ni siquiera se conocen. Si bien estoy convencida de que las tecnologías que estamos utilizando han venido para quedarse, como las cámaras en las aulas que permitirán grabar las clases incluso cuando termine esta pandemia, quiero creer que las plataformas no erradicarán la presencialidad”.
Coincidiendo con la reflexión de Pilar, Fernando Tomé defendió el valor irremplazable de la presencialidad educativa.
“Creo que más que estar en una fase avanzada de transformación digital de la universidad, acabamos de empezar. En la primera etapa nos vimos muy obligados a innovar, pero nos queda mucho recorrido por transitar. Soy cada vez más ermitaño, cada vez más casero, disfruto del teletrabajo; aún así, reconozco que para dar clases no hay nada como la interacción personal. No quiero renunciar a mis clases presenciales por nada del mundo. Las clases se disfrutan mucho más en presencia”.
Como cierre, y en sintonía con sus pares, Núria Hernandez definió la presencialidad como un bien esencial y que para permanecer viva ante la virtualidad debe añadir un valor, ser relevante y suponer una experiencia significativa de aprendizaje.
“Cuando hablamos de cambio no debería ser solo de ordenadores, banda ancha o plataformas digitales, sino de una mayor interactividad entre alumnos y profesores. Debemos crecer hacia una renovación tecnológica, pero también curricular y metodológica, buscando la combinación entre la presencialidad y la virtualidad. La universidad del futuro debe ser tecnológica y metodológicacamente avanzada, pero también colaborativa, interdisciplinar, flexible, interactiva, humanamente amigable, capaz de profundizar en la parte emocional y de brindar acompañamiento a todas las personas.”
En el siguiente video, podrás escuchar las intervenciones de los ponentes en el Debate CYD «El reto de enseñar y aprender en tiempos de pandemia».
* Melina Díaz, responsable de comunicación Fundación CYD.