El reciente 03 de diciembre organizamos junto con ESADE un nuevo desayuno de trabajo en Madrid. En esta oportunidad, Montserrat Gomendio, Directora del Centro de Competencias de la OCDE, presentó los resultados del Informe “Getting skills right: Spain” haciendo un claro hincapié en la transformación de la enseñanza y en la necesidad de pasar del sistema educativo tradicional (que finaliza con la educación secundaria o terciaria) al aprendizaje a lo largo de la vida.
María Díaz, Directora de Relaciones Institucionales ESADE Madrid, dio apertura a esta sesión partiendo de la situación de que el 80% de los estudiantes de hoy estarán en los próximos años trabajando en un empleo que desconocen y que es imposible perfilar o definir pero que para realizarlo con éxito requiere una serie de competencias digitales que deben ser aprendidas y adquiridas.
Por su parte, José Luis Perelli, Presidente de Fundación EY y Patrono de Fundación CYD, presentó a Montserrat Gomendio ante los asistentes, destacados representantes del mundo empresarial y universitario, y además recordó el objetivo que perseguimos en Fundación CYD de impulsar la excelencia universitaria convencidos de que el futuro del país está en su educación.
Montserrat Gomendio centró su ponencia en 3 preguntas clave y encadenadas: ¿Cuál es el impacto de la digitalización sobre el mundo del trabajo? ¿Cómo tienen que responder a estos cambios tanto la educación como el aprendizaje a lo largo de la vida? ¿De qué modo es posible obtener las competencias necesarias que permitan adaptarse a este cambio profundo?
Para comenzar, la Directora del Centro de Competencias de la OCDE reconoció que la digitalización va a dar lugar a una exclusión que es necesaria analizar. Por un lado, los primeros datos ya hacían la previsión de que en 20 años el 50% de los trabajos se iban a destruir, generando una sensación de pánico sobre cómo sería la transición para aquellas personas cuyos trabajos iban a ser automatizados.
Según los cálculos de la OCDE, los trabajos que serán totalmente automatizados y que van a desaparecer representan el 14%, valor más bajo que las primeras estimaciones pero que no deja de evidenciar que los cambios están sucediendo muy rápido y que se necesitan medidas para que las personas puedan adaptarse.
Lo que sí destaca como importante la OCDE es que los trabajos que van a tener un porcentaje muy alto de automatización (y por tanto no van a desaparecer sino que van a requerir que las personas hagan las tareas que demandan un nivel de complejidad cognitiva no rutinaria más elevada) representan el 34% y por tanto termina pareciéndose al diagnóstico inicial del 50%: un 14% que desaparece y un 34% que se transforma rotundamente y que es mucho más exigente con respecto a las competencias que se requieren de las personas para continuar en sus trabajos.
Esto refleja dos problemas. El primero: las personas que pierdan su trabajo, ¿hacia qué empleos pueden transitar y qué tipo de formación necesitan para ello sin que demande un tiempo excesivo de entrenamiento? El segundo: ¿qué formación necesitan las personas cuyos trabajos se van a transformar? Plantear estas cuestiones desde el lenguaje competencial implica distinguir las habilidades que se están viendo afectadas por la automatización de tareas: todas las rutinarias o no cognitivas disminuyen en demanda mientras que aumentan muy rápidamente las analíticas no rutinarias e interpersonales no rutinarias que no se pueden automatizar.
Desde el punto de vista formativo, estos aspectos devienen en 2 consecuencias: las personas van a necesitar un nivel de competencias cognitivas no rutinarias mucho más elevado y van a requerir competencias diferenciales como por ejemplo la resolución de problemas complejos, el trabajo en equipo, el pensamiento crítico, la resiliencia y la adaptabilidad al cambio; habilidades que antes el sistema educativo no integraba.
El mayor reto es pasar de un sistema educativo tradicional (que acaba en la educación secundaria o terciaria) al aprendizaje a lo largo de la vida. Esta transformación se está pronunciado de manera cada vez más exponencial: la persona que quiera continuar en su trabajo va a tener que seguir aprendiendo a lo largo de su vida mediante nuevas prácticas que promueven la educación no como un privilegio o un asunto de un único grupo etario sino de forma universal y permanente.
De la revolución industrial a la digital
En su ponencia, Montserrat Gomendio comparó la revolución digital con la industrial. Según su análisis, la revolución industrial destruyó ciertos trabajos y generó otros tantos que demandaban nuevas y diferentes competencias. Mucha gente perdió su empleo y no fue fácil para los puestos emergentes conseguir gente capacitada. Por tanto, la respuesta fue dar acceso universal a la educación y brindar las competencias que requerían esos trabajos. La actual revolución digital tiene la similitud de que se están perdiendo trabajos mientras se demandan nuevas competencias.
Algunos efectos de la digitalización ya se perciben y son evidentes como es la brecha creciente entre el uso intensivo de la tecnología de la información y la intensificación de ciertas tareas no rutinarias que no se pueden automatizar. Entre el presente y el futuro no muy lejano, habrá ocupaciones que se vean por demás afectadas con la automatización, otras que se van a ver muy afectadas por la incorporación de la digitalización, y otras que como ya se han visto afectadas, no sufrirán tanto.
Para Gomendio, la duración de esta gran vicisitud dependerá de cuán rápido reaccione el sistema educativo y la sociedad en general. Para disminuir este período de crisis y encaminar al colectivo hacia la prosperidad, la respuesta del sistema debería enfocarse en mejorar la calidad y la metodología, equiparando a las personas desde las competencias transversales.
¿Cómo se preparan los países para enfrentar este cambio tecnológico?
Hay países como Singapur que son modelo: en este caso particular, los mayores de 55 años empezaron hace 5 décadas con un nivel de competencias muy pobre y han ido mejorando hasta ahora convirtiéndose (con elevada diferencia) en el top performance. Hay otros países como EE.UU e Inglaterra donde la población mayor de 55 años tiene un nivel de competencias muy elevado pero sin embargo en las últimas 5 décadas no ha tenido mejoras en educación a pesar de la expansión.
Respecto a España, los datos que aparecen en el Informe “Getting skills right: Spain” no son del todo buenos. El nivel competencial de la población ha ido mejorando con los años pero no se consigue alcanzar la universalización de acceso sumado a que hay un horizonte de atasco importante entre la población más joven y el grupo de hasta 44 años.
A ello se suman dos resultados que ponen al país en una posición de desventaja. Por un lado la tasa de abandono educativo temprano se ha pronunciado en los 5 últimos años, mientras que por el otro el 40% de los adultos tiene un nivel muy bajo de competencias básicas como son la comprensión lectora y la capacidad matemática.
Como quedó evidenciado en la presentación de este Desayuno CYD, las diferencias entre los países son enormes; tan grandes que entre Singapur y República Dominicana (país con los resultados más bajos en la encuesta PISA de 2015) la distancia es equivalente a 7 años de escolarización. Esta brecha pone de relieve las dificultades a las que se enfrentan los países, incluidos algunos de los más ricos, para cumplir el objetivo de garantizar el acceso a una educación inclusiva y equitativa que preserve ante todo el nivel de calidad.
Mismatch: Falta de correspondencia entre la formación y el empleo
Montserrat Gomendio se centró, principalmente, en dos tipos de desajuste entre la titulación y el empleo conseguido. Por un lado, la falta de correspondencia entre la especialización que se elige en la educación terciaria y las necesidades del mercado laboral. Como rasgo general de todos los países, esta diferencia representa entre el 40 y el 60 %; brecha aún más intensificada en las ramas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática) que son las más demandadas pero las que se eligen por debajo del 10%.
Por otro lado, hay un desajuste de cualificación; es decir, personas que tienen un nivel educativo superior al que requiere el trabajo que ocupan. También en este caso, el porcentaje de sobrecualificados es general y se extiende a la mayoría de los países con lo que cada vez es más elevado el número de personas que tienen titulación universitaria pero con un trabajo que no requiere dicha formación.
Aprendizaje a lo largo de la vida
Parte de la ponencia de Montserrat Gomendio estuvo enfocada en la necesaria formación continua que últimamente impulsa la digitalización. Este interés de crecimiento y aprendizaje a lo largo de la vida se ve potenciado en los empleados que trabajan en entornos ricos en términos digitales mientras que los trabajadores que tienen un menor nivel educativo o que no han conseguido terminar la secundaria aceptan dichas oportunidades de formación o entrenamiento en una proporción muy baja.
El análisis de esto deviene en una retroalimentación negativa: quienes tienen un mayor nivel de competencias reconocen claramente los beneficios de seguir formándose y aprovechan las oportunidades para continuar aprendiendo, mientras que las personas con menor nivel de competencias, que están en los trabajos con mayor riesgo de ser automatizados y que por tanto tienen mayor necesidad de este tipo de formación, son los que menos lo aceptan. Todo ello, sin olvidar que existen barreras económicas, de distancia, de falta de tiempo y sobre todo de motivación ya que no entienden cuál es el beneficio de apuntarse a un curso de formación.
Lo cierto es que la población activa digitalmente continúa formándose y ampliando sus competencias pero de forma no ordenada tradicionalmente (secundario, terciario, universitario). Esto plantea el debate de cómo los empleadores pueden reconocer las competencias de un candidato si los currículums son cada vez menos informativos con respecto al nivel de competencias reales. Para Montserrat Gomendio, es aquí donde se necesita aplicar un nuevo sistema de certificación que mida directamente el nivel de competencias ya que el tradicional es poco confiable desde lo competencial.
Tecnología en los colegios para mejorar el nivel de aprendizaje
En gran cantidad de países, incluído España, se ha destinado muchísimo dinero a repartir tablets u ordenadores en los colegios pensando que de alguna forma se daría a los estudiantes el acceso a los mejores profesores del mundo. Sin embargo, cuantas más horas utilizan el ordenador los jóvenes más bajos son sus resultados escolares. Y es que la diferencia entre los que tienen buen y mal rendimiento se debe a que los primeros saben cómo resolver un problema mediante el ordenador (navegar, consultar fuentes de calidad, permanencia en cada página) mientras los segundos se pierden en páginas que no tienen que ver con lo planteado.
Por tanto, para la Directora de Competencias de la OCDE, simplemente enviar ordenadores a las aulas no sirve de nada ya que los estudiantes los destinan a múltiples propósitos, la mayoría de los cuales no tiene que ver con el aprendizaje. Sí sirve en algunas excepciones como Australia donde el ordenador ha ido acompañado de una formación del profesorado para que utilice la tecnología como enseñanza individualizada que equipare a los estudiantes desde las competencias horizontales (resolución de conflicto, pensamiento crítico, etc). El potencial que tiene la tecnología para mejorar el aprendizaje es enorme pero nunca sustituye al profesor, debe ir de la mano del profesorado y partiendo de su formación.
Evolución de un sistema educativo al aprendizaje a lo largo de la vida
El cierre del Desayuno CYD estuvo enfocado en el necesario cambio de paradigma del sistema educativo tradicional. Antes, la mayoría de las personas iban a la primaria, la secundaria y luego una parte se especializaba en terciaria, se conseguía un trabajo de calidad en el mismo sector, se retiraba al cabo de años de ejercicio y recibía una pensión. Actualmente, se comienza con el preescolar, se recibe la educación obligatoria, luego la terciaria (cada vez menos especializada y más transversal) y se consegue un trabajo que probablemente no sea del mismo sector ni dure tantos años. Esta mutación, demanda diseñar una nueva gobernanza que impulse políticas alineadas entre el preescolar, el colegio, la formación profesional, la educación terciaria y el aprendizaje de adultos.
Pero las personas desempleadas y/o fuera de las empresas también necesitan formación, la cual suele recaer en el gobierno. El sector corporativo también debe involucrarse con incentivos adecuados, dando relevancia a las competencias que son necesarias para acceder a los trabajos que no se verán automatizados. Quienes están en riesgo de perder su trabajo no deberían pasar por un proceso de desempleo para ser entrenados por el gobierno y luego conseguir otro trabajo sino que se debería prever que esto va a ocurrir, que va a haber sectores que se van a desaparecer o automatizarse, y brindar una formación anticipada para evitarlo.
A fin de cuentas, cualquier medida aislada solo genera un efecto pequeño mientras que las políticas alineadas realmente ocasionan el impacto adecuado. Ello implica encauzar de manera conjunta a las políticas educativas para mejorar la calidad y equiparar a la gente desde el nivel competencial cada vez más exigente. Pero también, se necesita flexibilidad y adaptabilidad al cambio desde el entorno laboral, políticas de transporte y vivienda para que la gente se pueda mover en relación a la demanda, políticas de migración para atraer talento de fuera, y políticas fiscales para incentivar a las empresas.